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Nos levantamos con una noticia y preocupación adicional al lío de Rusia con Ucrania: el precio de la papa anda por las nubes. Las amas de casa han puesto el grito en el cielo y con razón. Por estos días, comer papas se vuelve un lujo y la culpa la tienen, según voces del sector, el precio del dólar y el alto costo de los insumos. Desafortunadamente, no es el único alimento de la canasta familiar afectado por los reveses de la economía.
En medio de los nubarrones, hay buenas noticias. Como caídas del cielo, el país estrenó dos leyes para echarle una manito al campo: La Ley 2183 de 2022 (que fija control al precio de los insumos agropecuarios) y la Ley 2186 del 2022, (para fortalecer el financiamiento de los pequeños y medianos productores agropecuarios). Enhorabuena desde el Congreso trabajamos de manera articulada con el Gobierno para promulgar estas normas, que llegaron como salvavidas para mitigar la actual situación.
Debemos proteger a los productores de papa pero también a todos los que participan en la cadena que hace de Colombia un país con seguridad alimentaria.
Somos una nación orgullosa de su tradición papera, gracias a las manos de hombres y mujeres que trabajan la tierra: cien mil familias viven de cultivarla. La producción se extiende a lo largo de diez departamentos y 283 municipios. Gracias a ellos y ellas, ocupamos el puesto 36 entre 183 países productores.
Me crié en el campo y desde niño supe que el suyo es un trabajo noble, no siempre bien retribuido y en cambio sí afectado por la intermediación, que sigue poniendo las ganancias en manos de quienes menos se lo merecen.
Nos cuenta el Dane, que tenemos 5.311.977 hectáreas de tierra destinadas a la siembra; en ese rico paisaje cuatro productos son estandarte de nuestra economía: el arroz, la papa, la caña de azúcar y el banano. La suma de todas las toneladas se traduce en ingresos del orden de los $300.000 millones anuales. Así, mientras cada año se producen 2.973.267 toneladas de arroz, lo propio en bultos de papas es de 2.625.272 toneladas, de acuerdo con cifras del periódico El Campesino.
La papa representa 3,3% del Producto Interno Bruto - PIB del agro, dicho por el propio Ministerio de Agricultura y Desarrollo Rural, en tanto que la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura), la cataloga como el tercer alimento más importante del mundo. Un alimento bendito, como dicen las abuelas, cargado de vitaminas C, B1, B3 y B6, además de potasio, fósforo, magnesio, folato, ácido pantoténico, riboflavina, fibra y antioxidantes (sustancias claves para prevenir el envejecimiento).
De la misma manera que “almuerzo sin arroz no es almuerzo”, según la filosofía popular, hoy sería inconcebible cualquier plato típico de la cocina colombiana sin una buena ración de papa, llámese criolla, pastusa, sabanera, tocarreña, etcétera. De hecho, en Colombia se consumen en promedio siete variedades, según Fedepapa.
La próxima vez que el amable lector se siente a almorzar debe preguntarse qué historia hay detrás de cada ser humano, joven, adulto o viejo, que hace posible que esa porción de papas llegue a la mesa, -saladas, sudadas o “a la francesa” (aunque sean autóctonamente colombianas)-, acompañadas de un delicioso plato de arroz. Razón de más para ser buena papa con nuestros campesinos.