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El Banco de la República instauró un programa de acumulación de reservas en septiembre del año pasado. Tras comprar casi US$1.900 millones mediante opciones put (a lo que se suma la compra al tesoro de otros mil millones), el Emisor suspendió el programa para analizar el impacto que éste tenía sobre el comportamiento de la paridad peso/dólar.
Las reservas aumentaron en US$4.000 millones, desde US$47.000 millones al cierre de septiembre hasta US$51.000 millones a fines de abril, superando a las compras de dólares (US$2.900 millones). Además, entre mayo y junio de este año-meses en los que el Emisor no intervino el mercado cambiario-, las reservas crecieron en otros US$900 millones. Estos incrementos, por sobre las compras realizadas ocurren debido a que los activos financieros (principalmente bonos soberanos) en los que están invertidas las reservas, se valorizaron gracias a la caída de tasas de interés en dólares (en torno a 60 puntos básicos desde septiembre a abril y otros 40 puntos básicos entre abril y junio), conforme gana peso la expectativa de recortes de tasas en EE.UU.
Más allá de los movimientos financieros, hay que recordar que el programa de acumulación se adoptó porque la autoridad está preparándose ante una eventual terminación de la línea de crédito flexible (LCF) que hoy tiene el país con el Fondo Monetario Internacional (FMI). Este instrumento (por algo más de US$11.000 millones), vigente desde 2009, equivale a una “línea de sobregiro” a la que países con robusto desempeño económico (como Colombia) pueden acceder en momentos de estrés financiero. Cuando se aprobó el programa hace casi 10 años, las reservas del país eran menores a US$24.000 millones, y representaban en torno a 10% del PIB, por lo que una reserva adicional se hacía necesaria.
¿Para qué necesitamos reservas si el país cuenta con flotación libre de la moneda? Las reservas pueden servir para pagar deudas (en moneda extranjera) con otros países, pagar por importaciones o hacer frente a episodios de crisis económica severa. El monto de reservas en relación con el tamaño de la economía puede ser un indicador útil sobre su idoneidad.
Previo al programa de acumulación de reservas, estas representaban cerca del 16% del PIB, y cuando se agrega los recursos de la LCF, se acercaba al 20% del PIB. Al cierre del mes de junio, las reservas ya alcanzaban cerca de 17,5% del PIB (y algo más del 21% junto con los recursos de la LCF). Esto significa que Colombia está en un punto intermedio en la región, por debajo de Perú (cuyas reservas son algo menores al 30% del PIB, necesarias para una economía con índices de dolarización financiera elevados) y Brasil (con reservas internacionales por algo más del 20% del PIB), superando a Chile y México (ambos con reservas entre 13% y 15% de sus PIB) y muy por sobre Ecuador (economía dolarizada cuyas reservas se acercarían al 4% tras el acuerdo con el FMI).
Hacia adelante, a Colombia le podría convenir reiniciar el programa de acumulación de reservas, de modo de lograr recursos propios por 20% del PIB (nivel actual de las reservas más la LCF), lo que implicaría acumular otros US$10.000 millones.