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China planteó metas ambiciosas para alcanzar la independencia tecnológica, con un enfoque especial en los semiconductores y la inteligencia artificial (IA). Sin embargo, esta visión parece más una quimera cuidadosamente construida que una posibilidad tangible. A pesar de los discursos oficiales y los proyectos en curso, las barreras estructurales y tecnológicas dificultan alcanzar esas metas.
La industria de los semiconductores depende de equipos avanzados, como las máquinas de litografía ultravioleta extrema (EUV) fabricadas por Asml, una empresa neerlandesa líder en el sector. Estas son fundamentales para producir chips de última generación, indispensables para aplicaciones avanzadas de IA y otras tecnologías estratégicas. A partir de 2025, China enfrentará la imposibilidad de adquirir estos equipos gracias a restricciones lideradas por Estados Unidos. También, la falta de soporte técnico para los instrumentos ya en su posesión. Sin mantenimiento, estos quedarán inutilizables en un corto plazo, paralizando la producción nacional de chips avanzados.
La ausencia de esta tecnología pone en desventaja a los fabricantes chinos, que no pueden competir en el desarrollo de IA de alto nivel ni en otros sectores clave como telecomunicaciones, defensa y transporte. Esto limita la capacidad de China para avanzar en su estrategia tecnológica.
A pesar de estas limitaciones, el índice CSI Semiconductor de China aumentó, superando incluso a otros índices globales. La narrativa de autosuficiencia tecnológica del gobierno impulsó este crecimiento así como las tensiones comerciales renovadas bajo la administración de Donald Trump. Sin embargo, este rendimiento no necesariamente refleja un progreso real en la capacidad tecnológica del país, sino más bien una burbuja alimentada por expectativas y especulaciones.
Empresas como SMIC, el principal fabricante de chips en China, reportaron ventas positivas. Sin embargo, estas transacciones responden a un mercado interno que consume productos tecnológicos con capacidades limitadas. La falta de acceso a herramientas avanzadas perpetúa una dependencia de tecnologías menos competitivas, lo que impide una expansión significativa en el mercado internacional.
La estrategia de independencia tecnológica de China, aunque ambiciosa, desvía la atención de problemas más profundos. Mientras el gobierno asegura un avance hacia una “fortaleza” en innovación, la economía enfrenta dificultades. La depreciación del yuan frente al dólar y las restricciones tecnológicas globales complican la situación. Estas dinámicas impactan la percepción de estabilidad económica a nivel interno y externo.
En lugar de abordar estas cuestiones estructurales, las políticas actuales parecen enfocarse en mantener una narrativa optimista que en resolver los problemas fundamentales. Esta desconexión entre la retórica oficial y la realidad económica subraya la fragilidad de las aspiraciones de autosuficiencia.
Sin acceso a herramientas críticas como las de ASML, el camino de China hacia la autosuficiencia en semiconductores e inteligencia artificial enfrenta obstáculos insalvables. Los indicadores positivos en los mercados financieros no son suficientes para compensar la falta de avances tecnológicos concretos. Mientras otras naciones consolidan su liderazgo en tecnología, China arriesga quedarse rezagada en una carrera global que no espera. La ilusión de la independencia tecnológica puede ser atractiva en el corto plazo, pero la realidad económica y tecnológica termina imponiéndose.
Las cosas como son.
Mookie Tenembaum aborda temas internacionales como este todas las semanas junto a Horacio Cabak en su podcast El Observador Internacional, disponible en Spotify, Apple, YouTube y todas las plataformas.
