ANALISTAS 12/04/2025

El día en que mis creencias limitantes murieron

Natalia Zuleta
Escritora y speaker
Natalia Zuleta
La República Más

El día en que mis creencias limitantes murieron empecé a nacer de nuevo. Entendí lo que es la verdadera libertad y me invadió una repentina sensación de expansión en el corazón. En un proceso absolutamente simbólico y revelador como una serpiente que debe despojarse de pieles que ya no le sirven. Me desnudé por dentro para ver con claridad cada recuerdo y situación de mi existencia, que fue construyendo el muro tras el cual decidí definir mi identidad de mujer y mi valía. Y es que este proceso de renacimiento necesariamente empieza por una cadena de dolores y rupturas que nos deben sacar de la inercia, de la tensa y cómoda calma. Nos obliga a salir de los lugares supuestamente seguros que nos da la sociedad al entregarnos como cartas de navegación unos arquetipos a los cuales nos debemos parecer para ser aceptados.

Hoy me paro de frente en el espejo de mi conciencia y después de suficientes años de trabajo espiritual, crecimiento profesional, viajes increíbles, cuatro libros escritos, columnas editoriales y relaciones amorosas muy difíciles. Debo decir que el reflejo es el de una nueva mujer, un nuevo ser a mis casi 50 años que dentro de poco marcaran medio siglo en mi calendario personal. Este trabajo de renovación y de profundo compromiso creativo con mi existencia ha implicado constancia y disciplina. No soy superficial, lo declaro, este testimonio no es producto de una filosofía etérea, banal y de moda que se amplifica en redes sociales con frases como: “tu todo lo puedes todo”, “suelta”, “eres invencible”, “el poder está en tus manos”. Este testimonio proviene de duros fracasos, de aprender a decir no, de desencajar en los estereotipos que me quedan estrechos, de perder cosas que amo y recuperarlas con fortaleza y determinación. Es la historia de noches en vela, de llanto, de juicios, de cosas que me he callado por miedo a no ser amada. Escribo porque me he sentado de frente con cada una de las creencias limitantes, esas que crecieron conmigo desde la infancia para irse acomodando en mi corazón como amalgamas que obstruyen esa verdadera y sabia energía que nos mueve: el amor.

Este escrito es el testimonio de cientos de horas de yoga sola y en compañía, con maestros, aprendices y alumnos. Cientos de horas de meditación y silencio. Unos cuantos libros de espiritualidad que me han despertado preguntas poderosas sobre mi existencia. El testimonio de compartir círculos de mujeres y tocarles el alma para que emprendan este camino de regreso a su verdadera esencia.

Espero los hallazgos hagan eco y den esperanza a aquellos que como yo están en esa búsqueda interior para poder entender este mundo tan caótico que experimentamos. La mayor lección ha sido aprender a quererme, ese concepto tan desconocido y maltratado como el amor propio y que perversamente nos enseñan puede convertirse en el mal llamado egoísmo porque ponernos al frente y como prioridad puede sonar pretencioso y malo. Nada tan lejos de la realidad y tan nocivo para el ser, pues no podemos amar a otros si no nos amamos a nosotros mismos. Yo me amo y mucho y al hacerlo me cuido, me priorizo, me dedico tiempo, me cultivo y me digo permanentemente cosas muy bonitas.

Esto me ha llevado a reconocer las creencias enquistadas en mi corazón y que me han hecho tanto daño:

-Cuando no sé cómo navegar una relación entrego el timón y dejo que el otro tome el control para andar en piloto automático.

-Cuando expreso mis necesidades estoy siendo demandante y egoísta.

-Debo procurar que el otro o los otros siempre esté bien, así eso implique mi sacrificio.

-Las relaciones no son fáciles, el amor cuesta y tiene altos y bajos

-Debo adaptarme al otro y aceptarlo como es si lo amo.

Debo confesarles que he sentido miedo y dolor, me he recriminado y he llorado en estas noches frías. Pero por otro lado ha sido un proceso vivido con mayor conciencia en el que reconozco, que el trabajo espiritual nos hace más resilientes y vulnerables, dos cualidades humanas muy necesarias y que nos ayudan a construir sabiduría.

Esta es una tarea que todos los seres humanos deberíamos hacer: invitar a nuestras creencias limitantes a una entablar una conversación, a meditar, a desnudarnos el alma para entendernos por dentro. El trabajo intelectual es importante pero el espiritual es esencial en un mundo que hiere cada vez más, que nos confronta y que nos llama a ser mejores seres humanos.