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Los días pasan y nos aproximamos al final del año, la terminación de un ciclo más del calendario que significa para la humanidad un momento de esperado balance de aciertos y desaciertos distribuidos en 365 días. A nivel personal puede ser un tiempo de inmensa alegría y regocijo por los logros alcanzados o de remordimiento y juicios por las cosas que dejamos de hacer. El sentimiento más común que nos puede envolver es la nostalgia por lo que pasó y la ansiedad por lo que vendrá. Mas allá de esto, hoy quiero invitarlos a un ejercicio intelectual que mi alma de escritora reclama, elegir la palabra del año. Navegar en un mar de ideas y conceptos puede parecer abrumador, pero estoy segura de que puede resultar en una práctica interesante y reveladora. Después de todo, el lenguaje da cuenta de nuestra relación con el mundo, de la concepción que tenemos de la vida y al final de quiénes verdaderamente somos. El lenguaje puede crear barreras infranqueables o abrir caminos inexplorados.
Lo que me mueve para hacer este ejercicio es una suerte de fe en que, con el poderío del lenguaje, podamos crear desde nosotros mismos una nueva realidad. Sentada en un quiosco rodeado de naturaleza y un concierto de aves exóticas, mi mente empieza a divagar en un enorme inventario de palabras que me acompañaron durante este año y que en definitiva me hacen ser lo que hoy soy. Para ustedes el espacio para elegir su palabra puede ser cualquier rincón inspirador en el que simplemente puedan cerrar los ojos por un instante y traer a su mente y papel las palabras que los visiten. Para mí el vocablo para definir el 2023 viene de un prolongado diálogo con mi mente, mi cuerpo y mi corazón. Y en ese recorrido empiezo a vislumbrar abismos entre aciertos y desaciertos, entre algún sueño olvidado en un cajón o un propósito que abandoné en la procrastinación.
La primera palabra que siento en el fondo de mi pecho es dolor. Y es un dolor profundo acompañado de la segunda palabra de mi listado: tristeza. El lecho de estas palabras es la guerra, las guerras que aún libramos como humanidad sin aprender lecciones tan fundamentales como el sagrado valor de la vida. Las guerras grandes y pequeñas, religiosas, políticas, de ideologías y económicas que parecen interminables. Lejanas o cercanas dejan huella en nuestras mentes y corazones, creo que no hay persona en el mundo que no haya experimentado desesperanza al ver los resultados de tantos conflictos bélicos. Continuo mi inventario para descubrir la palabra movimiento. Ese constante fenómeno de todo lo que está vivo. Y es un movimiento especial porque trae consigo otra buena cantidad de verbos: descubrimiento, desprendimiento y expansión. Todos experimentamos cambios y a pesar de que planeemos muchas cosas en nuestra vida, los movimientos sorpresivos que nos agitan el piso siempre están presentes. Diría que están allí para recordarnos de lo que somos capaces y del infinito potencial que nos habita para sortear cualquier cambio en nuestro camino.
Tomo una pausa, cierro los ojos y encuentro en el centro de mi corazón y en mi piel la palabra que quiero atesorar para este 2023: amor. El amor como esa fuerza universal que todo lo abarca. El amor como motor de la existencia en todos los lugares del mundo, en cualquier continente. El amor como principio y fin. A lo largo de este año he ido redescubriendo la relevancia y grandeza del amor. El amor hacia mí misma, hacia la vida, hacia todo y todos los que me rodean. El amor por lo que hago, el amor por lo que soy. Esta palabra es única y poderosa pues puede convertirse en un verbo que todo lo transforma. Cuando descubrimos el amor dentro de nosotros, podemos cultivarlo para darlo a los demás. Cuando amamos la vida hacemos todo lo posible por preservarla, cuando tenemos un amor románFco nuestro corazón se ensancha y crece sin límites.
Entonces recapitulo: dolor, tristeza, movimiento y amor. Me reafirmo en el amor que siempre nos cura y nos salva de tantas cosas. Ludwig Wittgenstein, filósofo austriaco decía: “Los límites de mi lenguaje son los límites de mi mente”. Creo firmemente en que debemos construir un lenguaje poderoso que nos permita reconciliarnos con el año que ya pasó y abrir nuevos caminos para el que comienza. Yo les regalo mi palabra: amor. Espero encuentren la suya.