ANALISTAS 04/04/2025

¿Qué hace a un colegio el mejor?

Natalia Zuleta
Escritora y speaker
Natalia Zuleta
La República Más

Esta pregunta me surge en una época del año en que los medios de comunicación incluyen en sus temáticas los rankings de los mejores colegios de acuerdo con los puntajes de las pruebas Saber o Icfes como muchos las conocimos en nuestra época. Para mí es una pregunta tan difícil de responder como el mundo en el que vivimos y es por eso que quisiera abordar las posibles respuestas desde un contexto más amplio. Y es que si decimos que la educación es la herramienta más poderosa para transformar el mundo, pensemos en cuáles son los desafíos que tenemos como humanidad y que cada vez parecen más complejos de afrontar. Este entendimiento nos permite en primera instancia evidenciar que en una era de rápidos cambios e incertidumbre en la economía, la política, la sociedad y la sostenibilidad del planeta, los sistemas educativos deben replantearse y moverse con mayor celeridad.

Asistimos a complejos desafíos contextuales que van desde los choques generacionales dados por el rápido avance de la tecnología y las comunicaciones que han moldeado radicales diferencias en la forma de aprender, relacionarse y entender el mundo. La educación por la que pasamos los padres de familia pensada desde una revolución industrial para servir a las economías y mercados, se agota en prácticas desconectadas con las necesidades y expectativas de las nuevas generaciones. Estas han tenido un mayor acceso a la información desde temprana edad y sus cerebros han sido moldeados de una manera muy diferente. Los niños y jóvenes no conocen el mundo sin celulares ni la mayoría de herramientas tecnológicas que han surgido en los últimos años para gestionar la vida. Esto hace que sus niveles de atención y memoria sean radicalmente distintos: existe una mayor tendencia a la dispersión, al multitasking y a la disposición a recibir los contenidos y la información de manera más dinámica y audiovisual.

La inteligencia artificial nos ha puesto de frente una realidad abrumadora en la que competimos por habilidades como el análisis, la operación de sistemas, la investigación y la realización de tareas mecánicas y hasta intelectuales. Sin embargo, seguimos pensando en la medición del conocimiento puntual de las materias tradicionales como un indicador sólido de que estamos preparando bien a los estudiantes para el futuro. Existe aún una brecha enorme entre las metodologías de enseñanza utilizadas por los colegios y las demandas por un mundo que nos llama a cambiar viejos modelos mentales y formas de hacer las cosas, por una visión más holística y creativa de nuestra realidad.

Las redes sociales se presentan también como un escenario que plantea enormes retos a la educación pues se han convertido en espacios en donde los estudiantes interactúan desde tempranas edades en un entorno que no tiene control parental y que no favorece el desarrollo de competencias socio-emocionales necesarias para desarrollar la autoestima y aprender a relacionarse con otros. De allí se desprenden graves consecuencias como el acoso cibernético, el abuso y la agresión y diversos problemas de salud mental. Estamos viendo cada vez más una generación ansiosa, que ha perdido la capacidad de jugar con juguetes, de aprovechar los momentos de ocio, de conectar con la naturaleza y de reconocer el impacto de sus actuaciones y decisiones en otros.

Hasta aquí he ahondado en algunas de las capas que componen este difícil contexto y aún no veo como un puntaje alto en una materia como matemáticas pueda ser la respuesta en alguna de estas situaciones. Como madre y educadora veo también una generación de padres de familia ansiosa y confundida que poco a poco se dan cuenta de que hay que reinventarse y probablemente formarse cada vez con más intención para ser una guía más asertiva y presente para sus hijos. Diría que necesitamos espacios en donde nos sintamos escuchados, apoyados, y acompañados con sabiduría en el cada vez más difícil proceso de educar. Es indispensable que ahora sí construyamos ese manual de padres con el cual se dice que no nacimos.

El Foro Económico Mundial en su último informe sobre educación nos advierte sobre la necesidad de que los sistemas educativos sean flexibles, adaptables y personalizados. Y que además se centren el desarrollo de competencias como: pensamiento crítico y creatividad, colaboración y comunicación, conciencia ética y global.

Yo añadiría algo muy importante en ese listado de deseables de la educación y es acompañar a cada estudiante a encontrar su propósito, ponerlo al servicio del mundo y ser feliz. Algo en lo que la educación tradicional medida en rankings ha fallado. Y desde luego que es más difícil de lograr y de medir. Sin embargo, no podríamos demandar menos ni como padres de familia ni como sociedad en una era de tantos conflictos, incertidumbre y desesperanza. Ahora vuelvo a mi pregunta ¿qué hace a un colegio el mejor? Diría que precisamente el conectar con los estudiantes desde lugares necesarios como sus talentos, intereses, su propósito y el impacto positivo que pueden lograr en el lugar en el que vivan. Además de considerar a las familias como parte fundamental de la ecuación. Con esto no demerito los esfuerzos por ser los mejores en los puntajes de pruebas estandarizadas. Pero por favor no más rankings que solo se midan por el desempeño académico esto le hace daño al sistema educativo, a las familias, a lo estudiantes y al final a la sociedad.