MI SELECCIÓN DE NOTICIAS
Noticias personalizadas, de acuerdo a sus temas de interés
Quisiera tener fe y esperanza para pensar en un futuro sostenible para nuestro planeta. Quisiera que mi creatividad de escritora pudiera dilucidar un panorama más poético y adornado con bellas metáforas. Sin el embargo del dolor y la impotencia que me visitan recientemente hacen que las palabras salgan en medio una realidad desalentadora. La realidad y las cifras nos muestran que el cuidado y restauración de la tierra y los recursos naturales, no son una tendencia ni una prioridad en las agendas de gobiernos ni organizaciones.
Según el Centro de Resiliencia de Estocolmo ya hemos trasgredido cinco de los nueve límites planetarios necesarios para la subsistencia. Estamos acabando con la biosfera y la biodiversidad, hemos arrebatado territorios para la agricultura, contaminado con fertilizantes de fósforo y nitrógeno en exceso, ocasionado la crisis climática con altos niveles de huella de carbono y hemos aumentado la contaminación con químicos. Hemos cruzado estos umbrales que aunque parezcan demasiado técnicos y apartados de nuestra realidad cercana son indispensables para nuestra supervivencia. Todos somos responsables de una u otra forma de la presión infinita que hemos puesto sobre la tierra y sus ecosistemas pues somos parte de las economías que la explotan.
Para mi todo se remonta a nuestra forma de ver el mundo, de sentirlo y de palparlo. Existe una evidente desconexión con la tierra, con todo lo que ella representa y con nuestro propio origen pues todos venimos de ella. La cuestión es qué preguntas poderosas debemos hacernos para salir de esta inercia colectiva. A mí me surgen muchas cuando en los debates de sostenibilidad se habla un lenguaje demasiado técnico y alejado del espíritu humano. Pareciera como si sólo se tratara de un asunto ambiental estudiado desde la ciencia, la normatividad de los gobiernos y la responsabilidad de las organizaciones. Y ¿dónde está la responsabilidad de nosotros los ciudadanos comunes que multiplicados por millones hacemos pequeños grandes daños al planeta?
Se nos ha olvidado el sentido de interdependencia que existe entre nosotros, la tierra y todos los seres vivos que la habitamos. Existe el cambio climático pero también el cambio humano, el caos y el desorden que habita en nuestras mentes y corazones da fe de que ya no somos los mismos. Así como no sabemos qué hacer con los deshechos que producen nuestras economías ya no sabemos qué hacer con la confusión que habita en nuestro interior. Hemos avanzado hacia nuestra propia debacle desentendiéndonos de nuestra responsabilidad frente a un llamado inminente de la tierra que con cada evento sorpresivo nos llama a rendirle cuentas.
Podemos inventar todas las soluciones posibles pero nada cambiará hasta que no nos reinventemos nosotros. Hablar de economía circular tal vez sea una de las luces al final del túnel pero primero debemos enfocarnos en un ser humano que piensa lineal y cuyas estructuras mentales y sociales así lo demuestran. Nuestros sueños y ambiciones caminan en línea recta y sin desviarse.
Los umbrales transgredidos son una enfermedad terminal para el mundo, para la cual tratamos de prescribir soluciones que parecen inalcanzables, antes que prevenir síntomas que son devastadores. El discurso parece agotarse en la producción y el consumo. Hablamos del principio de responsabilidad extendida de los productores sin mencionar la responsabilidad de interdependencia de las personas. Tratamos de curar esta enfermedad avanzada sin entender las causas raíz y sin mirarnos en lo más profundo. La escasez de recursos espirituales no nos permiten anclar un cambio transcendente y sostenible. Mientras no cultivemos nuestro espíritu como ese cable que nos conecta a todo lo existente, habrá cortos circuitos. Mientras de allí no se desprenda un respeto por la vida no habrá conciencia. Primero debemos reconocer que hay algo común en todos los actores, más que el consumo, más que las políticas públicas y las oportunidades de negocio y rentabilidad, existe una transversalidad espiritual. Ese pivote que nos une como humanidad y que necesita ser explorado y transformado.
Es claro que necesitamos una buena dosis de innovación sostenible pero tambien de cambio interior. Debemos emprender una regeneración y restauración de nuestra mente y nuestro espíritu. Me pregunto, ¿cuándo miraremos en la dirección correcta? Y entonces desde la poesía de John O’Donohue encuentro una respuesta: “Para conservar el equilibrio, debemos mantener unido lo interior y lo exterior, lo visible y lo invisible, lo conocido y lo desconocido, lo temporal y lo eterno, lo antiguo y lo nuevo".