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Desde 1968 el Acueducto de Bogotá mide el nivel de las precipitaciones de agua que abastecen nuestros sistemas de suministro a Bogotá, registrando años bastante lluviosos como 2002 o tan secos como 1995.
Conocer este fenómeno climatológico es fundamental porque el llenado del sistema Chingaza depende de las lluvias que vienen de la Amazonía y la Orinoquía. Así fue concebida nuestra red de embalses, con diseños basados en estudios hidrológicos e hidráulicos muy rigurosos para conocer, entre otras características, la regulación anual de caudales con la que proyectamos el abastecimiento de agua en temporadas secas, incluyendo la variabilidad climática generada por el Fenómeno de El Niño. En otras palabras, para garantizar un suministro continuo de agua se requiere que los embalses se llenen en temporadas de lluvias y así puedan ser desocupados en las épocas de verano.
Así es como nuestra infraestructura ha permitido proyectar que los embalses se llenen y se desocupen de manera sincrónica cada año. Pero si no llueve, como ocurrió en 1995 cuando se registró el histórico de máxima sequía en Chingaza, el agua no alcanzará para el año siguiente y entonces surgirán problemas de abastecimiento.
Para contrarrestar este tipo de contingencias el diseño original del sistema Chingaza contemplaba la construcción de La Playa, un tercer embalse que lograría que el sistema fuera multianual y que, por su gran capacidad, una vez lleno y en caso de sequía, tuviera la posibilidad de entregar caudales adicionales durante más de dos años. Lamentablemente el gobierno distrital del entonces alcalde Gustavo Petro decidió frenar su construcción.
La mala noticia es que este 2024 va igual o peor que 1995, evidenciando en agosto el mes con menos lluvias de los últimos 55 años y de segur con este régimen de mínima afluencia de lluvias, este año puede convertirse en el más seco históricamente registrado.
En el último Comité Hidrológico de la Sabana, el Ideam anunció que para el piedemonte llanero y la parte alta de la cuenca de los ríos Guatiquía y Guayuriba, afluentes del Embalse de Chuza, se presentarán condiciones deficitarias en septiembre y condiciones de normalidad -ligeramente deficitaria- para octubre. Esperemos que esta situación no se mantenga más allá de dos meses.
¿Y cómo vamos con el ahorro de agua? Sería injusto asegurar que los habitantes de Bogotá no hemos hecho la tarea de cerrar la llave. A principios de este año, cuando la Empresa lanzó la primera alerta por el bajo nivel de los embalses, el consumo de la ciudad superaba los 18 metros cúbicos por segundo. Luego, con el racionamiento diario, bajamos a 16 m3/s, pero, a finales de junio, cuando implementamos el racionamiento día de por medio, ese ahorro solo se ha reflejado en los días en los que tenemos restricción. Tristemente, durante las últimas cuatro semanas, en los días que no hubo racionamiento el consumo llegó hasta los 17,8 m3/s; es decir, casi al mismo nivel de comienzos de este año.
No llueve y el llenado de los embalses es lo que garantiza que tengamos agua para 2025. Pero no solo dependemos de las lluvias, se hace urgente cuidar el agua a conciencia, todos los días. Por eso reitero el llamado a no desperdiciar una sola gota. Ahora, más que nunca, debemos estar juntos por el agua.