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Nadie imagina que, al caminar por Bogotá, lo hacemos sobre unos 10.000 kilómetros de redes de acueducto. Casi 10.000 kilómetros de tubería que, si los pusiéramos en línea recta, podríamos llegar hasta Londres o Buenos Aires y nos quedarían kilómetros para regresar.
Así de inmensa es la infraestructura que se entrecruza silenciosamente por debajo de nuestra ciudad y que permanentemente debemos rehabilitar, renovar y ampliar para garantizar la continuidad del servicio de acueducto.
Y lo mismo que pasa en nuestras viviendas cuando tenemos que hacer reparaciones, arreglos o remodelaciones para vivir bien, en Bogotá, nuestra casa, también debemos mantener al día y en funcionamiento esa inmensa longitud de tuberías, invisibles bajo todas las vías y andenes de la ciudad, con obras que incomodan, pero que son necesarias, y para hacerlas se requiere suspender el servicio de agua.
De manera permanente y planificada debemos cambiar tramos enteros de tuberías, instalarlas para conectarlas a barrios y/o urbanizaciones, reemplazar las existentes o trasladarlas para permitir el avance de obras de movilidad como, por ejemplo, las que se adelantan para la construcción del Metro.
Sabemos que mantener este trabajo de renovación de tuberías en medio de la vida diaria capitalina y con el actual esquema de racionamiento, sumado a los impactos por el cierre temporal de vías o la apertura de excavaciones, puede ser irritante, sacar de quicio y colmar la paciencia de muchas y muchos ciudadanos.
Pero acudimos a su comprensión. No podemos parar, son obras indispensables para mantener en buen estado y en operación permanente esta gran infraestructura de servicios públicos de nuestra casa la común.
Y lograrlo es un trabajo complejo, porque el nivel de impacto y el tiempo de intervención requerido depende del diámetro y longitud de la tubería. Por ejemplo, en el subsuelo de la ciudad tenemos más de 600 kilómetros de redes matrices, los llamados “tubos madre”, cuyo diámetro puede superar los 2 metros y se encargan de traer el agua de las plantas y tanques para entregarlas a otros tubos más pequeños, conocidos como redes locales de distribución, que son los que finamente llevan el agua a las viviendas.
Intervenir estas grandes redes es un reto notable, pero los resultados son impresionantes, como la renovación de la línea Tibitoc - Casablanca, un enorme túnel que incrementará la capacidad actual para llevar agua al sur de la ciudad y municipios vecinos, cuyo impacto en la movilidad no se sintió porque la obra, que atravesó de norte a sur la Avenida Boyacá, se hizo con una moderna tecnología “sin zanja” que evitó cerrar esta importante vía.
Así tenemos en marcha decenas de proyectos de traslado y renovación de redes que se ejecutan al mismo tiempo, como las obras que avanzan en importantes avenidas como la Ciudad de Cali, Guayacanes o la Caracas, junto a las de modernización de redes locales de acueducto en más de 18 contratos distribuidos en varias localidades de la ciudad.
Entendemos las incomodidades que genera la ejecución de estos proyectos que, además, requieren cortes temporales de agua para poder avanzar y que, al coincidir con los actuales turnos de racionamiento, han llegado a exacerbar su paciencia.
Pero, reitero, no podemos aplazarlas porque es la única manera de garantizar que esta gran ciudad subterránea del agua tendrá, hacia el futuro, una moderna infraestructura y un mejor servicio de acueducto. En la próxima columna les contaré acerca de los trabajos que adelantamos para que el servicio de alcantarillado, uno de los más ignorados por la ciudadanía, funcione adecuadamente.