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Hace diez días, el Rey Felipe VI, en presencia del expresidente del Gobierno, Felipe González, entregó al empresario y filántropo mexicano, Carlos Slim, el ‘IX Premio Enrique V. Iglesias al Desarrollo del Espacio Empresarial Iberoamericano’. Un galardón promovido por el Consejo Empresarial Alianza por Iberoamérica (Ceapi) y que ya han recibido otros grandes empresarios de diferentes países, entre los que figuran los colombianos Luis Carlos Sarmiento y Jaime Gilinski.
La decisión que adoptaron los miembros del jurado fue unánime, por la sencilla razón de que a este emprendedor le sobran méritos. Carlos Slim no solo ha contribuido al crecimiento económico y empresarial, a la generación de empleo y a fortalecer esa realidad que es Iberoamérica. Además, desarrolla una intensa labor social y solidaria en materia de formación, salud, medioambiente, deporte y cultura; a lo que se suma su actuación durante la pandemia, cuando promovió un hospital de campaña en México o apoyó la vacuna de Astrazeneca por toda Latinoamérica.
Ambas facetas -empresarial y solidaria- han favorecido tanto el progreso como la calidad de vida de millones de personas en México y en toda Iberoamérica. Y es que cuando decimos que la mejor prueba de que Iberoamérica existe son sus empresarios, tenemos en Slim el mejor ejemplo.
Ahí está su capacidad para identificar oportunidades en sectores como las telecomunicaciones, la construcción, la industria alimentaria, la banca y la energía. Del mismo modo fue pionero y visionario en su apuesta por ese triángulo virtuoso que suman Latinoamérica, con empresas como Telmex, América Móvil, o el Grupo Carso; España, con la constructora FCC o la inmobiliaria Realia y Estados Unidos, donde operan algunas de sus filiales y tiene importante participaciones. Sin olvidar sus activos en África o Filipinas.
Pero más que a este gran empresario, en estas líneas quiero destacar a la gran persona que hay detrás y de la que todos tenemos mucho que aprender. Suya es la frase “el empresario es un administrador temporal de la riqueza y tiene una responsabilidad social”. Una filosofía de vida que nos ayuda a comprender por qué Carlos Slim es en sí mismo toda una lección de verdadera responsabilidad, generosidad y liderazgo. Le definen palabras como compromiso, valor, esfuerzo, renuncias, proyecto, propósito, amor y familia. Una forma de ser y actuar que se puede resumir en ese proverbio chino “queda aroma en la mano que da rosas” -dar sin recibir-, que a él mismo le gusta recordar.
Nada en su trayectoria es casualidad. En la vida es importante qué hacemos y es importante en qué creemos, porque son las personas las que transforman el mundo. Un mundo que, sin duda, sería mejor si siguiéramos su consejo de que, cuando nos adentramos en una nueva era, empresas y gobiernos trabajemos juntos. Porque, en momentos de cambio, hay que acompañar la evolución con propuestas, inteligencia y generosidad. Una actitud que nos demuestra que Carlos Slim ha aprovechado la idea que le inculcó su padre de que “todos los tiempos son buenos para el que sabe trabajar”.
Slim ya es socio de honor de Ceapi y se suma a otros 250 presidentes de grandes empresas que trabajan (que trabajamos) para que Iberoamérica tenga su propia voz en el mundo, aproveche sus oportunidades y nadie se quede atrás. Empresarios que celebrarán su próximo congreso en Cartagena de Indias entre el 17 y el 19 de junio, y que no pueden encontrar mejor inspiración para cumplir sus objetivos que el ejemplo de Carlos Slim.