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El lunes pasado, la intervención de menos de tres minutos de una joven sueca de 16 años, Greta Thunberg, en la sede de la ONU y ante decenas de Jefes de Estado y de Gobierno desató un debate que llevaba tiempo sobre la mesa, pero que hasta ahora nadie había planteado con tanta nitidez y contundencia.
“Habéis robado mis sueños y mi infancia con vuestras palabras vacías. La gente está sufriendo; la gente está muriendo; colapsan ecosistemas enteros; estamos en el principio de una extinción masiva y todo de lo que podéis hablar es sobre dinero y cuentos de hadas de crecimiento económico eterno. ¿Cómo os atrevéis?”; son las frases directas y concisas con las arranca su discurso. Esas pocas palabras bastan para definir la visión compartida del pasado, el presente y el futuro de toda una generación dispuesta cambiar las reglas del juego.
Me refiero a la Generación Z, que agrupa a los nacidos en las dos últimas décadas, y sobre la que ya escribí un libro hace dos años en el que ya alertaba de esa realidad que se puso de manifiesto el pasado lunes: estamos ante la brecha generacional más grande que jamás ha existido.
Ahí está la advertencia de Thunberg: “Los ojos de todas las generaciones futuras están sobre vosotros, y si elegís fallarnos nunca os perdonaremos. No os dejaremos saliros con la vuestra. Aquí y ahora marcamos la línea roja. El mundo está despertando. Y el cambio viene, os guste o no”. Sin duda, la Generación Z, ha dado un paso al frente. Una generación que ha hecho del medio ambiente y de conceptos como sostenible u orgánico factores determinantes en la toma de decisiones. Y no se conforman con lo que estamos haciendo, nos exigen más.
Los que nos dedicamos a la comunicación debemos asumir una actitud pedagógica, favoreciendo el diálogo intergeneracional. Lo tenemos que hacer con nuestros colaboradores dentro de la empresa, con los clientes a los que asesoramos y entre nuestros socios y aliados.
En primer lugar, tenemos que ser firmes en la lucha contra las ‘fake news’. Si hay un ámbito en que este fenómeno ha tenido auténticos efectos negativos ha sido en todo lo referido al cambio climático, del que la Generación Z es su abanderada. Nuestra obligación es combatir sin cuartel esas falsas noticias, generando confianza entre unos jóvenes que, verdad o no, se sienten engañados.
También debemos hacer un ejercicio de empatía. La Generación Z es un movimiento perfectamente organizado, cuya influencia y liderazgo irá en aumento. Cuanto antes nos pongamos en su lugar y tratemos de comprender su visión, antes conoceremos sus inquietudes, podremos ofrecerles propuestas atractivas y ofrecerles los servicios que demandan.
Y, por supuesto, debemos contar con ellos. Escucharles, incorporarlos a nuestros círculos de decisión, y hacer de su carácter emprendedor motor de innovación dentro de nuestras organizaciones. En resumen, empoderarlos. Nadie mejor que ellos comprende las claves que mueven al mundo de hoy y, sobre todo, al de las próximas décadas. Ellos marcarán el rumbo. Ya lo están marcando.
Está claro que contar con la Generación Z no es una opción; es una obligación. Pero no porque constituyan una amenaza. Tenemos que crear y fortalecer alianzas con una generación que va a ser la mejor preparada de la historia. Y que está dispuesta a exigirnos responsabilidades por las decisiones que tomamos hoy. Los que vamos por delante de ellos tenemos que mirar el futuro de cara y actuar en consecuencia. Estar a la altura de las circunstancias. No podemos fallarles.