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Nada contribuye más al bienestar de una sociedad que la productividad. Los economistas llevan siglos analizando formas de aumentar la productividad mediante la mejora de la educación, la tecnología y el capital. Ni ellos ni estudiosos de otros campos terminan de encontrar la fórmula mágica.
Investigadores de la Universidad de Warwick comprobaron en sus experimentos un aumento de 12% en la productividad cuando la tarea era realizada por una persona feliz y es que el “happiness effect” se traduce en un mayor esfuerzo a la hora de realizar una tarea.
En nuevo modelo de liderazgo incorpora así nuevos retos, muchos de ellos centrados en el puro manejo de habilidades personales, algo en ocasiones difícil de gestionar debido a la existencia todavía de un perfil de jefe de corte distante, autoritario y poco comunicativo. Los despachos ya no son suficientes para marcar el rumbo de la empresa. La cercanía y complicidad con el equipo es clave para lograr mayores resultados a través de una vinculación e implicación más fuerte con el proyecto y una visión compartida: “si yo gano, tú también ganas”.
Conseguir un equipo productivo no sólo es tener gente feliz trabajando. La felicidad es un estado no permanente en el que inciden factores intrínsecos de la persona y factores externos propios de cada entorno, pero en lo que nos compete a los directivos, es bueno comprender que si activamos la palanca de la motivación, generaremos ilusión, lograremos un mayor esfuerzo y obtendremos mejores resultados. Pero, ¿cómo podemos generar estos sentimientos en grupos de personas dispersas, diversos en géneros y culturas? No es tarea fácil, todo lo contrario, pero Colombia posee la gran ventaja de tener un alto índice de ciudadanos felices, por eso imagínense cuánto mayor puede llegar a ser el impacto en su país.
Como primer punto, resulta imprescindible tomar conciencia de nuestras propias habilidades, nuestros puntos fuertes y débiles para poder comenzar a trabajar mejor con nuestro equipo. Tras casi 20 años de experiencia en capacitación a más de 10.000 directivos en Europa en el desarrollo de sus habilidades, podríamos resumir a grandes rasgos algunas pautas sencillas y básicas para ir incorporando a nuestra gestión diaria.
Una a su equipo a través de los valores. Después de años trabajando con algunas de las mayores compañías del mundo en gestión del cambio y alineamiento del equipo, hemos podido constatar que una clave básica es poner los valores en el centro de cualquier decisión o comunicación porque la información por sí sola no mueve a la acción. Los valores son el verdadero motor de la organización.
Escuche activamente. Dedicar tiempo y atención a las necesidades de las personas que trabajan con nosotros es una inversión rentable a 100%. Es bueno, necesario y tremendamente útil para poder guiar el esfuerzo del equipo en favor de la misión encomendada.
Comparta y comunique. Compartir visiones, estrategias e información hará que el equipo se sienta parte activa de una comunidad en la que cada cual tiene su trabajo y será responsable de sus resultados. Es lo que llamo en mi último libro el fenómeno del “Micropoder”, donde cada persona del equipo ejerce su poder y donde todos somos corresponsables en un mismo proyecto.
Celebre, felicite, reconozca. Celebrar juntos y de forma visible premios, logros, ganancias, nuevos proyectos… es una buena iniciativa para recompensar el esfuerzo del equipo, sin olvidar que el mejor reconocimiento son las valoraciones sinceras e individuales.
Resulta evidente que son fórmulas sencillas, pero en ocasiones difíciles de incorporar al día a día en la agenda de un directivo. Prestar una mayor atención a nuestras propias habilidades con el fin de desarrollar mejores hábitos y actitudes, favorecerá el clima laboral y la rentabilidad.