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Siempre hay quien está empeñado en ver en la innovación y el empleo dos trenes que circulan por la misma vía y en sentido contrario. En un sentido, la tentación de las empresas de centrar la innovación en un ahorro de costes mediante la reducción de plantilla, pues no faltan estudios que avalan que en algunos países podrían desaparecer hasta 70% de los empleos actuales. Y en el otro sentido, el rechazo de los trabajadores a toda innovación, aunque esa actitud ponga en peligro el futuro de la compañía. Pienso que se puede evitar o, por lo menos, amortiguar ese hipotético choque si las empresas, sobre todo las que usan mano de obra intensiva, se centran en mejorar su competitividad apostando por el capital humano.
Una buena medida para conseguirlo es no confiar todo el futuro al departamento de innovación. Si actuamos así, se- guramente fracasaremos. Por el contrario, si abrimos este proceso a todos los empleados las posibilidades de éxito se dispararán, y se vencerán sus reticencias, al considerarse parte de la solución. Es verdad que muchos perderán sus funciones actuales. Pero eso no impide que aprovechemos su compromiso y conocimiento en otros puestos, o que facilitemos su empleabilidad en otros sectores. Las revoluciones solo triunfan si se hacen de abajo a arriba; generando sinergias como la que surge al fusionar la experiencia de los veteranos con la visión de los jóvenes.
Llegados a este punto, quiero hacer una reflexión: para ganar el futuro, hay que contar con quien lo va a protagonizar, como la Generación Z, los nacidos a partir de 1994. Como explico en el libro ‘Generación Z’, escrito junto al director de la Deusto Business School, Iñaki Ortega, son jóvenes muy formados y comprometidos, que han crecido en entornos digitales. En su escala de valores son muy importantes las políticas de desarrollo sostenible, transparencia o buen gobierno de la compañía a la que se incorporen. A cambio, más que empleados, tendremos personas dispuestas a participar en la empresa y a dejar huella en la organización.
La ‘Generación Z’ encontrará respuesta a retos que, simplemente, otras generaciones no seremos capaces ni de detectar. Aprovechar su talento exige abrir espacios de participación en los que compartan su enfoque global y sus propuestas innovadoras. Además, al confiar en ellos se convertirán en motores de cambio dentro de la organización.
En contrapartida, hay que generarles expectativas de progreso, favoreciendo que en un futuro sean empleados empleables dentro o fuera de la empresa. Porque acceder a puestos más cualificados siempre es una buena motivación laboral. Hay empresas que ya han emprendido este camino, como Starbucks. Al igual que ya hizo en EE.UU., recientemente la compañía ha anunciado que creará hasta 8.000 becas para que sus empleados en México completen estudios de educación superior.
Otro camino para aprovechar el talento emprendedor de la ‘Generación Z ‘es lo que han hecho multinacionales como Mapfre o Bimbo que, más allá de dotarse de departamentos de innovación, han dado un paso más al crear sus propias incubadoras y aceleradoras de startups, a las que ofrecen instrumentos y recursos para que desarrollen soluciones a las propias necesidades de la compañía.
No hay que tener miedo a los procesos disruptivos. Hoy, más que nunca, hay que apostar por las personas, e implicarlas en la tarea de favorecer la innovación. Todos tenemos algo que aportar. Porque el talento de las personas, como la energía, no se destruye: se transforma. Es la clave del éxito.