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En Latinoamérica existe hambre de infraestructuras, producto de dos realidades: lo mucho que en ese terreno queda por hacer y las renovadas demandas nacidas del cambio social vivido (50 millones de personas han pasado a engrosar las clases medias en los últimos lustros). Eso ha incrementado el anhelo por más y mejores servicios públicos: aeropuertos, ferrocarriles, escuelas, carreteras… Asimismo se hace patente la necesidad de inversiones dirigidas a renovables, abastecimiento de agua y almacenamiento y distribución de combustible. Y no solo existe hambre de infraestructuras, sino de un contexto favorable para que se concreten: seguridad jurídica, estabilidad y crecimiento sostenido.
Sin embargo, la región se ve lastrada por un doble hándicap: los problemas de financiación y la escasez de proyectos realmente viables. Esta fue una de las conclusiones de la mesa dedicada a financiación de infraestructuras que se celebró en Madrid a fines de septiembre, dentro del I Congreso del Consejo Empresarial Alianza por Iberoamérica (Ceapi), que tengo el honor de presidir. Allí, Ignacio Saldaña, director ejecutivo de Tesorería de Grupo Financiero Banorte, puso el dedo en la llaga al afirmar que “existe mucho capital listo para invertir, pero hay que buscar proyectos interesantes y que los bancos ayudemos a financiarlos. Existe apetito por invertir en infraestructuras… lo que faltan son más proyectos que dinero, pero proyectos viables”.
En cuanto a los problemas de financiación, hay acuerdo en que el déficit en inversión en infraestructura se acerca a los US$180.000 millones al año. Como lleva sosteniendo CAF desde hace un lustro o el BID, Latam debería duplicar su actual inversión, que está en 2,5%-3% del PIB, para incrementarla a 5-6%.
Para que los países latinoamericanos puedan aspirar a ganar en productividad y competitividad, sus exportaciones no solo deben diversificarse e introducir en ellas mayor valor añadido, vía innovación, sino que tienen que estar acompañadas por unas infraestructuras y una logística que disminuya costos y aumente la eficiencia. En el Congreso de Ceapi, el consejero delegado del grupo español Azvi, Manuel Contreras, fue muy claro al alertar de que “la falta de infraestructuras es un factor limitante para el crecimiento de Latam en todos los ámbitos”.
Desde hace unos años, Latam ha optado por la estrategia de las alianzas público-privadas, que han demostrado ser claves. En la última década, el número de proyectos de alianzas público-privadas (APP) se triplicó al saltar de 40 a 140, especialmente en áreas como la energética, los transportes, el agua y el alcantarillado. Pero no es suficiente, tal y como ha puesto de manifiesto el BID que señala que el porcentaje del PIB invertido avanza por debajo del promedio de crecimiento de la economía regional.
Hay acuerdo en que la solución pasa por impulsar varias estrategias, de forma paralela y coordinada: aumentar y diversificar la financiación y a la vez elaborar proyectos factibles. Por el lado de la financiación se requeriría elevar el aporte del sector privado al esfuerzo público, aumentar instrumentos financieros y movilizar a los inversores locales. En cuanto a la elaboración de proyectos, la asignatura pendiente es introducir mejoras en las fases de planificación y preparación, elevando los estándares de transparencia que incluyan eficaces normas internas para evitar sobrefacturación y, sobre todo, el cumplimiento de las mismas para evitar casos de corrupción.