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La pandemia nos ha puesto ante el espejo: sin materias primas nada funciona. Si el parón productivo provocado por el confinamiento hizo caer el índice de precios de materias primas de Bloomberg hasta 25%, la creciente demanda impulsada por la recuperación ha hecho que entre mayo de 2020 y julio de 2021 ese mismo índice crezca 56%.
Según numerosos expertos, puede que estemos ante un nuevo superciclo de aumento en los precios de materiales, alimentos y combustibles parecido al ocurrido entre 2004 y 2014. Entre los motivos, los hay vinculados a la pandemia, como unas políticas monetarias que han provocado un exceso de liquidez, convirtiendo a las materias primas valores refugio.
También está una recuperación marcada por el avance de los criterios ‘ESG’, sin olvidar que los procesos de descarbonización y transformación digital pasan por la sustitución de determinados recursos naturales por otros, de forma que las materias primas siguen siendo necesarias. Otro factor es la creciente demanda de ‘commodities’ de la India, país que cumplirá un papel similar al de China en el anterior periodo.
En todo caso, como afirma Bloomberg en su blog, “con o sin superciclo, las materias primas serán el motor, no la consecuencia. Y el beneficiario, no la víctima, de la transición energética en la próxima década”. Y no podemos olvidar que Latinoamérica concentra 40% de la biodiversidad mundial, 17% de las reservas globales de petróleo, 52% del cobre y 85% de litio (esencial para las baterías).
Un punto de partida optimista para Latinoamérica, que pasa por aprovechar al máximo oportunidades y reducir al mínimo los riesgos.
Entre las oportunidades está la reducción de desigualdades, la disminución del déficit público, o el impulso de reformas estructurales. El aumento de ingresos permitirá reducir efectos negativos de la pandemia -como la caída del turismo, la salida de capitales o el frenazo de las economías internas-, recuperando el terreno perdido frente a la pobreza, como ya ocurrió en la anterior etapa, cuando retrocedió de 45% a 28% en el conjunto de Latinoamérica.
En la lista de riegos está un repunte global de la inflación, el avance de la pobreza o el aumento de la deuda.
El incremento del precio de los productos básicos favorecería un aumento de la pobreza y provocaría nuevas protestas sociales. Por otra parte, una subida de los tipos de interés afectaría a muchos países de Latinoamérica a la hora pagar su deuda, obligándoles a aumentar la presión fiscal.
Por tanto, optimismo, pero también realismo. Si algo es seguro es que estos periodos son transitorios. La clave es visión de futuro y un uso inteligente de estos ingresos adicionales. Es necesario acabar con las carencias en infraestructuras, educación, salud o protección social de la región; invertir en la producción y uso de energías renovables; abordar reformas estructurales y sentar las bases de un modelo de desarrollo sostenible que haga compatible crecimiento económico e incremento del bienestar social, mediante la generación de empleo formal y de calidad.
En definitiva, todos (gobiernos, empresas y agentes sociales) debemos poner de nuestra parte para tener éxito ante el desafío colectivo de transformar ese incremento de la demanda de los recursos naturales de la región en la materia de prima de un futuro mejor para todos. Es hora de crear y creer en Iberoamérica (el lema del Consejo Empresarial Alianza por Iberoamérica). No desaprovechemos la ocasión.