MI SELECCIÓN DE NOTICIAS
Noticias personalizadas, de acuerdo a sus temas de interés
Uno de los grandes atractivos de Latinoamérica es su juventud. En Colombia, más de 50% de la población (casi 28 millones) tiene menos de 30 años. Si hablamos de comunicación y posicionamiento estratégico, este hecho supone un desafío para las organizaciones. La prensa, radio y televisión de sus padres han dado paso a un ecosistema en que cada joven es emisor de opinión.
Este cambio radical nos obliga a repensar las estrategias para conectar, activar y movilizar a los jóvenes: futuros clientes, empleados y líderes de nuestras compañías. Hay que dejar de observar a las generaciones más jóvenes como débiles o lejanas. Son motores de innovación y transformación social, tienen gran influencia en otros grupos de interés y la diversidad es una de sus señas de identidad. Entre los 14 y los 35 años conviven hasta tres generaciones; al tiempo que las redes sociales facilitan que cada joven tenga personalidad, identidad y perfil propio y se relacione con otras personas sin importar distancias ni barreras. Hay que ser conscientes de esa complejidad.
Lo primero es buscar puntos de encuentro desde dónde identificar inquietudes, miedos y necesidades. Después habrá que tender puentes y mantener el contacto a través de la conversación y la escucha, desde la cercanía, pero con rigor. No por ser conversaciones en redes, podemos relajarnos. Cualquier desliz puede ser viral y poner en riesgo nuestra reputación.
Todo ello, dentro de un planteamiento amplio. No basta con atraer su atención e interés. Deben llegar a ser sujetos activos, alineados con los valores y propósito de nuestra organización. Debemos preguntarnos qué podemos aportar a esta relación, a través de una oferta de proyectos que ayuden a posicionar nuestra marca pero que tengan como objetivo principal que los jóvenes a los que apoyemos consigan sus objetivos. Eso es lo importante y lo que nos dotará de credibilidad y legitimidad.
¿Cómo se logra? No hay que dar sólo dinero o ejecutar el trabajo por ellos. Hay que empoderar a los jóvenes a través de la cocreación. Las empresas tenemos que ser imprescindibles, pero no protagonistas, definiendo espacios de actuación y respetando el papel de cada uno. El nuestro será facilitar herramientas y dinámicas para materializar sus ideas. Un aspecto que incluye apoyar liderazgos, favorecer debates creativos, evitar confrontaciones, dotarlos de autonomía en la toma decisiones o reconocer sus éxitos. Es un proceso que requiere planificación. Si improvisamos o no cumplimos sus expectativas se sentirán utilizados.
Por el contrario, si creamos espacios de aprendizaje y desarrollo personal, y elegimos proyectos que no se agoten en sí mismos, les ayudaremos a crear comunidades, que es la forma en que hoy se organizan y actúan los grupos de interés. Si fomentamos una relación sincera con esas comunidades de jóvenes, contribuyendo a su cohesión y crecimiento a través de nuevas actividades y conexiones con otras comunidades, respaldaremos con hechos nuestro posicionamiento y contaremos con un canal directo con nuestro público objetivo. Serán nuestros mejores aliados.
A los jóvenes no podemos suplantarlos, imitarlos o atraerlos con influencers o contenidos empaquetados. Campañas espectaculares pueden generar audiencias millonarias, pero no compromiso. Los jóvenes exigen autonomía, transparencia y participación. Y nosotros queremos su complicidad, implicación y visión del mundo para aprender de ellos. No podemos fallar. Solo tenemos una oportunidad. Ellos son auténticos; nosotros también.