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Una de las leyes de la física nos dice que toda acción tiene su reacción y no es un secreto que el paso de los gasoductos propiedad de Rusia por Ucrania y la intención de este último de formar parte de la OTAN ha sido el “florero de Llorente” que, como consecuencia, ha desencadenado en este conflicto bélico, absurdo de por sí en estos tiempos modernos. A esto, y como consecuencia de las sanciones internacionales impuestas a Rusia, este en retaliación, ha cortado el suministro de gas y por ende los países de la Unión Europea han entrado en una crisis energética.
De otro lado, las grandes potencias en su afán de apostarle a las energías más limpias (en temas de descarbonización) han forzado una conversión casi inmediata dejando de lado una transición que es vital para asegurar cumplir con el objetivo propuesto. El resultado está lejos de ser el esperado y las consecuencias no se han hecho esperar.
Mirando este escenario y buscando entender lo que sucede en nuestro país, como preámbulo a unas elecciones para presidente de la nación, la situación se vuelve más compleja cuando la desinformación es el medio populista para ganar adeptos.
Descarbonizar las fuentes de energía como lo quieren hacer los países desarrollados no debería tener objeción alguna, es un planteamiento respetable y por qué no, de alguna forma responsable. Infortunadamente un planteamiento de este tipo con sus implicaciones en los recursos del Estado, sin un ejercicio juicioso que lo soporte, no es más que un discurso que, como muchos otros, pasarán al olvido.
Nuestra economía, y como ya lo han expresado grandes conocedores del tema por los diferentes medios hablados y escritos, depende de los combustibles fósiles. Se requiere balancear la canasta energética del país, por supuesto, se hace necesario no ser tan dependientes de este tipo de combustibles, claro que sí, pero pretender que los combustibles minero-energéticos que son la base de la matriz en mención desaparezcan de la noche a la mañana y sin un plan riguroso y cumplible, esto la verdad es algo totalmente sin sentido.
El turismo y el agro, por nombrar dos de los posibles grandes contribuyentes para dejar de lado el petróleo, el gas y el carbón, requieren de infraestructura, de tecnología, de capacitación, pero, ¿de dónde saldrán estos recursos? Si en la cuenta bancaria solo se retira y no se consigna llegará un momento en que se estará en rojo y por supuesto la crisis no se hará esperar. Es aquí en donde nuevamente se propondrá la necesidad de incrementar el recaudo, y si el foco son las grandes compañías que son quienes generan el impulso a la economía, estas, tarde o temprano terminarán partiendo hacia otros países con mejores condiciones.
De otro lado, suena algo paradójico que los países que no poseen reservas de hidrocarburos, sean los que públicamente anuncien con bombos y platillos su paso hacia las energías más verdes. Como algunos colegas han mencionado, es como si en Colombia se prohibiera esquiar, para la conservación de los nevados, cuando el porcentaje que realiza esta práctica quizás sea la mínima expresión. Dejar de lado lo que nos está generando ingresos legalmente, y no por la vía de la ilegalidad generando muertes y miseria como se viene expresando en discursos públicos, es darnos un tiro en el pie y más cuando no existe un modelo estructurado que garantice el reemplazo de estos ingresos. Los grandes sueños hay que convertirlos en realidad con el desarrollo de proyectos bien estructurados y cumplibles, de lo contrario no serán más que sueños.
La transición que se viene hablando a nivel mundial requerirá de un par de décadas, pero no para desaparecer los combustibles fósiles de la ecuación sino para balancear las fuentes de las diferentes energías. Esta transición no es negociable y si no, regresemos al comienzo de este artículo en donde Europa y el mismo Estados Unidos están sufriendo las consecuencias con precios del gas por las nubes y como efecto colateral los precios del petróleo y el del carbón, todo esto por forzar algo que para muchos es una moda y para otros una necesidad. Una acción muy utilizada en nuestra industria cuando se presentan desviaciones es la captura de las lecciones aprendidas. Si pretendemos dar el paso, lo debemos hacer de la manera correcta. El camino no es otro que el generar un programa estructurado y validado por los diferentes grupos de interés. Todo lo que tenga el tinte personal debe dejarse de lado, lo único que debe primar es lo colectivo y esto las nuevas generaciones lo reconocerán.
Para finalizar, solo nos queda esperar que las decisiones sean las apropiadas. El país le debe bastante a los recursos minero-energéticos. Muy seguramente existirán espacios de revisión y mejor aprovechamiento, lo cierto es que son la base de nuestra economía y esto no lo podemos negar. El equilibrio no se puede afectar simplemente sumando y restando, es aquí en donde cualquier iniciativa que se identifique requiere ser analizada y muy bien sustentada, de lo contrario, los resultados pueden ser desastrosos y enderezar el rumbo sería bastante complicado. Los modelos económicos de probar y esperar a ver qué pasa no funcionan y es por esto que debemos aprender de la experiencia de otros. Por tanto, los combustibles fósiles no son el dilema de nuestra economía, la transición hacia otras fuentes de energía si lo es, dado que se requiere de un esfuerzo conjunto muy bien diseñado para alcanzar los objetivos propuestos.