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La crisis energética que vivimos a nivel mundial está dejando puntos a ser considerados en la ruta hacia la descarbonización. El primero y más notorio es la importancia de los combustibles fósiles en una canasta energética balanceada para las próximas décadas. El segundo es lograr una transición responsable, en donde las energías renovables alcancen la confiabilidad que se les exige y a unos costos competitivos. Y el tercero es cumplir con el gran objetivo de disminuir significativamente las emisiones acorde con los límites establecidos.
Ahora bien, hablando de las no emisiones surge el hidrógeno como la gran apuesta para lograr este objetivo, el cual está clasificado con colores. El hidrógeno gris es el obtenido del gas natural, como subproducto del metano y el cual también se puede obtener como subproducto de los procesos de refinación del petróleo, con costos relativamente bajos.
Por otro lado, el hidrógeno azul es el que se obtiene de la captura del C02 emitido en el proceso de generación del hidrógeno gris. Es costoso y se encuentra en etapa de desarrollo. De acuerdo con expertos, el proceso de captura está alrededor de 30% en los proyectos más avanzados.
Por tanto, es claro que tanto el hidrógeno gris como el verde se obtienen de los combustibles fósiles y aquí regresamos al primer punto mencionado, la importancia de estos combustibles en la canasta energética. Ahora, el hidrógeno verde, es obtenido de la electrólisis del agua al separar el hidrógeno y liberar el oxígeno. Este no genera gases efecto de invernadero (GEI), porque la energía requerida proviene de energías renovables. Es el más costoso y se encuentra en proceso de investigación. Su eficiencia, según expertos, no alcanza 50%.
Sin embargo, lo que se ha visto hasta el momento es que en la búsqueda de un proceso acelerado de no emisiones se están dejando de lado opciones tales como la eficiencia energética, la reducción del consumo, la electrificación de la demanda o la reforestación.
En un reciente informe del Foro Económico Mundial y Boston Consulting Group, fueron analizadas ocho industrias con las cadenas de suministro globales más intensivas en carbono, y que juntas representan un buen porcentaje de las emisiones totales de GEI en el mundo dentro de las cuales se destacan: alimentación (-25%), construcción (-10%); moda, transporte de mercancías y bienes de consumo doméstico (-5%). ¿Será que los detractores de la industria del petróleo lo tendrán claro?
Pareciese que la falta de un plan estructurado y responsable de transición energética está pasando factura. Hoy más que nunca la necesidad de los combustibles fósiles se ha hecho notoria y ya se escuchan voces de posibles racionamientos de energía antes del invierno.
Estamos viviendo una situación llena de contradicciones en donde se está forzando algo insostenible, para alcanzar una descarbonización con tecnologías que aún no están disponibles al nivel requerido. El hidrógeno surge como uno de los combustibles llamados a la disminución de los GEI, la pregunta es ¿en cuánto tiempo? Aún hay mucho camino por recorrer y tanto su eficiencia como sus costos competitivos son algunos de los grandes retos por alcanzar. Esperemos que esto no sea solo un tema de moda.