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Con la expedición de la licencia ambiental para el desarrollo del primer piloto de fracking, expedida por la Autoridad Nacional de Licencias Ambientales (Anla), de nuevo nos encontramos con la desinformación generada por aquellos que ya no son detractores de la industria de hidrocarburos, sino más bien personajes que, acuden a cualquier estrategia para confundir.
Todo negocio que funcione depende de la oferta y la demanda, no entiendo por qué el empeño de algunos en sostener que esto nada tiene que ver con la inflación que estamos sufriendo, y es por esto que los precios de los combustibles a nivel mundial están disparados. El conflicto entre Rusia y Ucrania ha hecho que los países miembros de la Otan impongan sanciones a los rusos, hecho que impacta la oferta, más en concreto, la del gas. El 25% de la matriz energética de la Unión Europea proviene del gas y la tercera parte de este lo aporta Rusia.
Las economías se vienen recuperando del golpe del covid-19, pero lo que fue un año oscuro en precios de combustibles hoy en día pareciese una bonanza. Los precios subieron buscando estabilizar el mercado y se encuentran ahora con una situación geopolítica. A esto debemos sumarle la decisión de los países en migrar de manera acelerada a una transformación energética, dejando los combustibles fósiles de lado, sostenidos en energías renovables que a hoy no suplen las necesidades del mercado. La consecuencia, volver a mirar a los combustibles fósiles como lo que son, la base de la matriz energética y sin los cuales no podrá existir transición y menos transformación.
Pero, ¿todo este contexto cómo se relaciona con la licencia ambiental otorgada por la Anla? mientras los países que no cuentan con reservas de hidrocarburos ven cómo sus economías se afectan por los precios internacionales del petróleo y gas, nosotros en lugar de ver estas crisis cíclicas como oportunidades nos enredamos en discusiones innecesarias, motivadas por intereses particulares, en lugar de pensar hacia el largo plazo y asegurar la autosuficiencia energética, que permita atender el mercado interno y por qué no, si las reservas lo permiten, exportar.
Venezuela con el aval de los Estados Unidos y levantando las sanciones, está en capacidad de incrementar su producción de petróleo, y nosotros que no tenemos restricción nos dedicamos a ponerle palos en las ruedas.
El conflicto entre Rusia y Ucrania viene dejando su huella en la economía colombiana. Esto quizás no lo entiende la gente y menos quienes con discursos desgastados y falsa propaganda están en contra de la industria. La urea y los fosfatos de amonio son utilizados en la producción de cultivos agrícolas y 42% de la urea que se consume proviene de estos dos países. Una de las grandes oportunidades con los proyectos de fracking, es aumentar las reservas de gas. Con esto sería posible estructurar proyectos para la producción de urea a gran escala, pero que requieren de contratos de suministro de gas por más de 20 años, ¿Acaso dejar de importar 42% de fertilizantes no es una oportunidad?
Con todo lo que estamos viviendo en geopolítica, precios del petróleo y gas, energías renovables e incremento en la inflación, la pregunta con respecto a los pilotos de fracking es, si no es ahora, ¿entonces para cuándo?