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La semana pasada en este espacio de reflexión abordé la importancia de la educación técnica y su implicación e impacto en la empleabilidad de los egresados y también de los mismos estudiantes. Esta semana quiero volver sobre este mismo tópico considerando que en este momento de nuestro país se requiere una propuesta educativa a través de políticas y de iniciativas estratégicas que nos ayuden a enfrentar la crisis de financiación de la educación superior, la disminución de las matrículas y la creciente insatisfacción de los empleadores con la preparación de los graduados. Ante estas realidades, ¿no será que debemos apostarle a la educación técnica y a lo largo y ancho de la vida como el camino y la decisión más correcta?
Los debates actuales de financiación de la educación superior, al igual que las preocupaciones de los estudiantes y sus familias por encontrar caminos más prácticos a la hora de incorporar los aprendizajes que les sirven para encontrar empleos dignos y seguros para su desarrollo personal y profesional, hacen pensar que es necesario una reevaluación del modelo actual de educación. La educación a lo largo y ancho de la vida con sus diversos “formatos o esquemas” de formación, con la posibilidad de que estos sean siempre apilables, tiene la bondad de cerrar las brechas entre los aprendizajes académicos y las necesidades de la industria, proporcionando una educación práctica y preparada para la vida ¿Podrá este modelo ofrecer una solución a los desafíos que enfrenta la educación superior en Colombia hoy en día?
El principio hermenéutico nos enseña que “el todo es mayor que la suma de sus partes”, y este es particularmente relevante en este debate por el modelo de educación para hoy. Los sistemas complejos como la educación derivan su valor de la interacción de sus componentes. De la misma forma, la integración de los niveles de formación, los tradicionales y los disruptivos innovadores, valorando cada uno en su impacto y lo que agregan de valor para la formación de competencias y habilidades y también para la productividad de la nación, permiten un sistema equilibrado donde las vías académicas y vocacionales deberán funcionar en armonía. Los desafíos que experimentan las Instituciones de Educación Superior, IES, de cerrar la brecha de habilidades y mejorar la diversidad educativa para la empleabilidad se integran cuando se desarrolla la propuesta de creación de programas formales con los programas a lo largo y ancho de la vida que estén alineados con los diversos sectores reales y pueden abordar directamente las necesidades de la fuerza laboral, preparando a los graduados para el empleo inmediato y reduciendo la escasez de competencias y habilidades. Un enfoque práctico de la educación superior atenderá a los estudiantes que se desarrollan en entornos de aprendizaje más personalizados y aplicados. Las IES están teniendo que reinventarse desde el concepto de lo “multi” (multi-segmento, multi-certificaciones, multi-modalidades, multi-disciplinariedad, multi-generación) y ya no pueden limitarse a ofrecen programas de pregrado y posgrado en diversos campos sino también a buscar las alianzas con las industrias para asegurar que los graduados estén bien preparados para la fuerza laboral, cerrando la brecha académico-profesional de manera más efectiva. El llamado es claro: enfatizar el aprendizaje a lo largo y ancho de la vida integrado en el trabajo, la colaboración de la industria y la participación de la comunidad.
Diversificar las vías de aprendizaje es clave de un sistema de educación superior resistente, inclusivo y dinámico que prepare a los estudiantes para las demandas cambiantes de la sociedad y de la economía global.