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Analistas 22/06/2024

Educar sin discriminar

P. Harold Castilla Devoz
Rector General de Uniminuto

Los grandes temas de la vida nacional se convierten en interés de todos los ciudadanos. No puede quedar por fuera de la comprensión, entendimiento y aporte aquello que vaya en beneficio del desarrollo de las personas y de los territorios para hacer de Colombia un país desarrollado, con equidad, justicia, inclusión y paz. Este propósito ideal se ha visto empañado en los últimos meses debido a la polarización que se ha ido enquistando en las diferentes fuerzas ciudadanas y estamentos sociales del país, de un modo mucho más agudo en la dimensión política que pasa por el ejecutivo mismo y por las fuerzas partidistas en un escenario de expresión legislativa. Cuánto lamento que sea cada vez más difícil encontrar los puntos de consenso y encuentro sobre las grandes preocupaciones de la vida social y, en este sentido, no se escapa el que más me ocupa todos los días como es el de la educación superior y las organizaciones que la gestionan.

Vivimos momentos delirantes alrededor de lo que debe ser una auténtica política de educación en general, pero de manera concreta en lo que se refiere a la educación superior de los colombianos. Los últimos acontecimientos de los que hemos sido testigos todos a través de las propuestas de proyectos de ley que atañen a la educación dejan ver con claridad las diversas formas de comprender lo que debería ser una apuesta por pensar y hacer que todos los colombianos tuviesen acceso a la educación con la calidad respectiva sin discriminación alguna. La educación como derecho fundamental es una verdad de la que nadie, estoy seguro, se atreve a decir lo contrario, pero es una afirmación que no puede desconocer en que mundo vivimos hoy y cómo debería explicitarse este mismo derecho. Los diferentes escenarios donde hoy se debate el deber ser de la educación superior están invitados a ser espacios de diálogos y escucha con datos concretos, estudios de tendencias y de prospectiva rigurosos, para así transformar estos datos en prototipos de solución a las necesidades, motivaciones, intereses, estilos y puntos de dolor de los principales actores, es decir, de los estudiantes. La intuición sola no nos guía, los datos de calidad lo hacen, con un paradigma de diseño basado en la experiencia de los protagonistas. Estoy seguro que pensar y actuar desde esta última afirmación nos alejaría radicalmente de las tentaciones de la polarización que a lo único que conducen es a que se pierda toda oportunidad de visionar con perspectiva de calidad, innovación y pertinencia objetiva.

Buscar excluir con una narrativa de inclusión es un contrasentido. Muchas veces la selección de estudiantes en universidades públicas se hace sobre la base del desempeño académico, lo que a su vez excluye una enorme parte de los jóvenes que no tuvieron la oportunidad de crecer en un entorno que le permita desarrollar todo su potencial y talento. Sin las Instituciones de Educación Superior (IES) privadas de acceso e inclusión, esta generación quedaría por fuera de los mecanismos públicos. El acceso a la educación, de manera equitativa e incluyente, debe también ser un derecho apoyado por el Estado para todos, de adultos y no solamente jóvenes. Adultos que trabajan, adultos madres o padres cabezas de familia, adultos que buscan construirse un mejor futuro, profesionalizarse, generar mayores ingresos, proteger a sus familias y mostrar el ejemplo a sus hijos.

Sin las apuestas de las IES no estatales, muchos colombianos no podrían estudiar, estarían excluidos de las estrategias públicas y por ende por fuera de las oportunidades de transformación que proporciona la educación superior.

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