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Hemos comenzado un nuevo año y con ello muchos sueños y prospectivas por construir en medio de situaciones de realidad nacional e internacional que pudieran colocar en riesgo toda esa visión de esperanza que quisiéramos alcanzar entre todos. Son tiempos para detenernos un poco y pensar verdaderamente qué es lo que podemos hacer cada uno y lograr una paz total en Colombia y en el mundo, un mundo menos lleno de violencia, más educado, con fortalecimiento de sistemas de gobiernos más consolidados y menos al vaivén de los populismos de derecha o progresistas, de ciudades con menos hambre y con la sostenibilidad debida donde todos podamos disfrutar del bienestar común. Son anhelos y sueños de todos en el mundo sin distinción de razas, ideologías o perspectivas de cualquier sesgo político o económico. Sigo creyendo en que un mundo lleno de esperanza es posible y que esto es lo que todos queremos en este nuevo año que comenzamos.
Para construir este sueño anhelado se requiere de la cooperación necesaria de todos. Los acontecimientos del mundo y de Colombia en particular, junto a sus efectos y reacciones, no pueden dinamitar la construcción del valor de la fraternidad y de la solidaridad.
Y para que esto no suceda hay que seguir educando en la fraternidad; así nos lo ha dicho el papa Francisco en este mes a través de su intención de oración mensual orando por todos los educadores del planeta para que no olvidemos que hay que formar para vivir en la cooperación, fraternidad y solidaridad. Solo así podremos lograr la paz total que no es nada fácil conseguir. Una sociedad más justa no solo es deseable sino también posible cuando todos nos empeñamos en aportar desde lo que tenemos lo mejor de un “corazón bueno” para que el temor y el miedo no se apoderen de él y terminemos actuando y viviendo de manera contraria a lo que por naturaleza debemos pretender vivir. Aunque el miedo sea una de las emociones que necesitamos para vivir porque nos coloca en guardia de los riesgos y peligros no es como el odio que resulta innecesario para vivir y, sin embargo, hay quienes se empeñan en cultivarlo para generar guerras, polarizaciones y conflictos. Aun así, el miedo puede apoderarse de nosotros hasta llevar a la parálisis, lo cual es nefasto, o, por el contrario, a tratar de analizar sus causas y a buscar salidas viables y justas. La opción más ética es la segunda, la que nos insta a buscar los mejores caminos en cooperación, fraternidad y solidaridad con los otros. La educación para la fraternidad es un motor que nos incita a no quedarnos atenazados, impotentes ante el sufrimiento, a no conformarnos con lo que parece un destino implacable, sino a buscar caminos que aumenten la libertad, el bien común, el bienestar de todos.
Hay que construir confianza entre todos de que este año 2023 será un año de grandes realizaciones y logros.