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Una de las actividades humanas con mayor trascendencia e impacto en la sociedad es, sin lugar a duda, la misión del profesor. Por esto, es importante considerar que toda persona con esta tarea tiene una responsabilidad que va más allá de compartir únicamente conocimientos. Este paradigma ya pasó.
El principio de la educación es predicar con el ejemplo. Todo profesor deberá poseer valores que lo hagan superarse personal y profesionalmente, para convertirse él mismo y en todo el ámbito donde desarrolla su labor, en un comunicador y en un reflejo vivo de esos valores. La tarea es influir positivamente en los estudiantes sobre las cuales tiene compromisos desde la calidad humana que represente. No siempre el incorporar mucho conocimiento es suficiente para realizar una labor educativa eficaz. Los jóvenes de hoy se encuentran atentos al más mínimo detalle de su personalidad, y debemos tener claro que más influenciamos por cómo actuamos que por lo que decimos o enseñamos. Además de la elocuencia, del grado de especialización y del manejo de las herramientas didácticas, todo profesor debe considerar como indispensable vivir los siguientes valores, y más si es un profesor del siglo XXI:
La superación en forma permanente
Superarse no para ser más que los demás, sino mejor para servir más, con mayor impacto y trascendencia. Posiblemente una de las palabras que más se utilizan, es precisamente el “superarse”, y cada vez que un profesor dedica parte de su tiempo a lograr este cometido, todo su esfuerzo se traduce en acciones concretas, por ejemplo, aprender e implementar nuevas pedagogías y didácticas de enseñanza, o a utilizar el propio ingenio (creatividad e innovación) para el mismo fin; comentar temas de actualidad relacionados con su área de conocimiento, dando una visión holística o contextualizada; compartir experiencias personales (comunidades de aprendizaje); sugerir y ofrecer puntos de vista, etc. De igual forma, el aspecto humano es un factor que no debe descuidarse. La superación comprende el esfuerzo personal por mejorar en hábitos y costumbres, en otras palabras: conocer y vivir los valores humanos, para ser mejor.
Saber llegar a los estudiantes
Aunque la vocación para enseñar supone un genuino interés por los demás, son acciones concretas las que permiten vivir mejor este valor. Se demuestra empatía al prestar la misma atención a todos los estudiantes, exista o no afinidad; dedicando un par de minutos a dialogar individualmente con cada uno de los educandos para conocer mejor el motivo de su inquietud, desgano, indiferencia o bajo rendimiento; ofrecer la ayuda para mejorar su desempeño, calidad humana o integración al grupo. Hay acciones simples para establecer una buena relación como, por ejemplo, sonreír y felicitar por el esfuerzo continuo o un trabajo bien realizado; expresar palabras de aliento para quien tiene mayores dificultades; reforzando las actitudes positivas; implementando estrategias y elementos necesarios con el fin de lograr un mejor aprendizaje. Lo mismo sucede al corregir con serenidad y comprensión, y en la medida de lo posible, sin poner en evidencia delante de los demás; controlando la impaciencia, el enojo y hasta el mal humor provocado por circunstancias ajenas y personales. El “saber llegar” con el mensaje a los estudiantes exige un esfuerzo cotidiano por superar el propio estado de ánimo, la poca afinidad con determinadas personas, las preocupaciones, el cansancio y otros tantos inconvenientes que afectan a los seres humanos.
En síntesis, estos valores permiten hacer un trabajo con mejor calidad profesional y humana al mismo tiempo, significa darle mayor trascendencia al rol de ser profesor, en un sentido más grande, en el sentido que el mundo actual nos lo exige y demanda.