Analistas 05/04/2025

Inclusión y equidad educativa

P. Harold Castilla Devoz
Rector General de Uniminuto

Para nadie es un secreto que la Educación Superior en Colombia ha experimentado una expansión en las últimas décadas, con un aumento significativo en la matrícula y en la diversidad del estudiantado.

Sin embargo, el acceso sigue siendo profundamente desigual. Por otro lado, la expansión de la cobertura ha venido acompañada de desafíos de permanencia y éxito académico. La tasa de deserción en educación superior supera 50%, con una mayor afectación en estudiantes de bajos ingresos, mujeres en ciertas disciplinas, jóvenes rurales y aquellos sin redes de apoyo académico.

Son varias las brechas en el acceso y permanencia. La que mayor peso tiene es la que nos habla de la desigualdad socioeconómica y financiamiento educativo. El acceso a la educación superior está altamente determinado por el nivel de ingresos de los hogares y hoy, cuando vivimos dinámicas económicas tan complejas, este factor determina aún más la dinámica educativa de modo negativo impactando en la canasta familiar y por tanto contrayendo el acceso y la cobertura.

El estado colombiano ha implementado el sistema de gratuidad, aunque los retos de sostenibilidad financiera y capacidad de absorción son evidentes ya que el crecimiento de la matrícula muchas veces no se ha acompañado de inversión en infraestructura y calidad. En el sector privado los costos de matrícula siguen siendo una barrera para muchos jóvenes. Si bien las mujeres han superado a los hombres en tasas de matrícula y graduación, persisten desigualdades en carreras Stem (Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas) y en el acceso a puestos de liderazgo académico e investigativo.

En este sentido, se han implementado iniciativas para cerrar esta brecha, como programas de mentoría, becas específicas para mujeres en Stem y promoción de la perspectiva de género en los currículos universitarios. Sin embargo, la brecha salarial en el mercado laboral sigue siendo significativa, afectando la equidad en los beneficios de la educación superior. Si hablamos de educación rural y etnoeducación, los jóvenes de zonas rurales enfrentan desafíos adicionales para acceder a la universidad debido a la falta de infraestructura educativa, conectividad digital y recursos económicos.

La modalidad distancia ha sido clave para hacerle frente como estrategia de impacto real en el acceso educativo. En este sentido, la madre, cabeza de familia, que antes no podía estudiar, hoy sí lo puede hacer gracias a esta modalidad. También la virtualidad complementa las posibilidades haciendo que los conceptos de hibridación y flexibilidad sean parte del nuevo paradigma educativo superior para formar a lo largo de la vida.

En este mismo orden de ideas, aunque la conectividad ha mejorado, muchos estudiantes de zonas rurales y de bajos ingresos no cuentan con equipos adecuados ni acceso estable a internet, haciendo que la brecha digital siga siendo un obstáculo para la equidad en la educación superior.

Por último, vemos que la realidad de la salud mental afecta considerablemente el aprendizaje adaptativo, incidiendo en la permanencia y el rendimiento académico. Algunas Instituciones de Educación Superior, IES, han desarrollado centros de bienestar, programas de consejería y acompañamiento psicosocial, pero la cobertura sigue siendo insuficiente. Es crucial implementar estrategias de aprendizaje adaptativo, que permitan a los estudiantes avanzar según sus ritmos y necesidades individuales.

En conclusión, lograr una educación superior más inclusiva en Colombia requiere una visión integral. No basta con ampliar el acceso: es necesario garantizar la permanencia, el éxito académico y la equidad en el aprendizaje.