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Analistas 25/05/2024

La esperanza es el camino

P. Harold Castilla Devoz
Rector General de Uniminuto

Muchos son los cambios históricos que vivimos actualmente. Transformaciones profundas que se convierten en desafíos que la sociedad actual debe enfrentar. Ejemplo de ello es el de una sociedad cada vez más multiétnica y móvil, marcada por la interconexión de diferentes pueblos, idiomas y trasfondos culturales (migración). Estos cambios necesitan ser evaluados críticamente en un esfuerzo por ayudar a construir un futuro de paz, solidaridad y fraternidad universal. La pregunta por la esperanza es hoy un “imperativo categórico” real. Explicar el motivo de nuestra esperanza a todos aquellos que preguntan a diario en medio de tantas incertidumbres personales y sociales es de gran responsabilidad para los que creemos que la vida se construye en perspectiva de sentido y significado. La esperanza nos responsabiliza en trabajar hacia una comprensión común de lo que significa ser humano, ¿Qué es digno de nuestra naturaleza como seres humanos?, ¿Qué aspecto de nuestra humanidad es irreducible porque es un valor que trasciende? La esperanza no es una emoción o un sentimiento, sino un valor.

En un marco educativo, la misión está en ofrecer caminos de esperanza a sus estudiantes para que los asuman como oportunidades, por muy difíciles que estos sean. La apuesta educativa está en mostrar que se puede construir un futuro lleno de sentido desde la dimensión del amor y del servicio a los demás. El éxito y la riqueza conseguido por cualquier camino es posibilidad de frustración. La esperanza nos hace devolver el sentido y la confianza en el futuro, se enriquecen las mentes, se reavivan los corazones y se devuelve la luz a la vida. La visión educativa, llena de esperanza, es ofrecer un camino de renacimiento integral. Es necesario que la educación ayude a pensar lo que se siente y que se haga lo que se siente y piensa. De allí la importancia de educar para el humanismo solidario y para afrontar juntos los desafíos, sin dejarse vencer por ellos, más bien reaccionando para que toda crisis, incluso en el sufrimiento, se transforme en una oportunidad de crecimiento. La misión y trabajo educativo deberá orientar a los estudiantes a identificar los recursos disponibles, con una planificación creativa, hacia modelos de vida personal y social marcados por la justicia y la misericordia, amplificándolos para promover la equidad y la justicia para todos.

Educamos para discernir y elegir esa capacidad de bien que reposa en el corazón de todos los seres humanos. Educamos para una esperanza que no engaña ni defrauda. Una esperanza que no cede ante las dificultades porque se fundamenta en el sentido de la vida y se nutre del amor. El valor del conocimiento y la gestión de este, está en valorar el bien que realiza y colocar la atención a todo lo bueno que hay en el mundo para no caer en la tentación de considerarnos superados por el mal y la violencia. Jamás el mal podrá terminar siendo “tan banal”, nos decía Hannah Arendt. Son muchos los signos de esperanza que podemos constatar en el mundo actualmente, en medio de “banalidades del mal” y es por esta razón que la comunidad educativa no puede quedarse atrás en su apoyo a la necesidad de una alianza social para la esperanza, que sea inclusiva y no ideológica, y que trabaje por un presente y futuro que se caracterice por la alegría de vivir que nadie ni nada le puede quitar.

Hay que seguir apostándole a la vida porque ella está colmada de sentido. No hay lugar alguno para que el ser humano se conformarse con sobrevivir o subsistir mediocremente.

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