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La educación siempre será el camino más adecuado para que las grandes transformaciones en la persona humana y en la sociedad se logre. Una sociedad que apuesta por la equidad y la diversidad encuentra en la educación superior la vanguardia del cambio. Hoy vemos como el mundo se hace cada vez más plural, intercultural, internacional y, con ello también, se origina y se práctica la comprensión de la diversidad. Comprender este momento de la historia en clave de interpretación desde el enfoque de la diversidad es parte de los desafíos de la educación superior porque vemos con mayor representatividad en las aulas de clase un número mayor de estudiantes diversos por su identidad en dimensión étnica y de género, por sus contextos de formación inicial, por sus edades, y muchas otras manifestaciones. Todo esto exige de las Instituciones de Educación Superior (IES) un tratamiento especial de sus funciones sustantivas, pero en concreto de su enseñanza en perspectiva inclusiva.
Los organismos internacionales y los sistemas nacionales de educación superior han conceptualizado desde hace algunos años que la dimensión inclusiva de la educación superior implica quitar las barreras dentro de los sistemas institucionales para garantizar que todos los estudiantes puedan participar de manera plena e igual, convirtiéndose en miembros valiosos de la comunidad de aprendizaje. La interculturalidad es la clave de un proceso formativo abierto y con visión de integración en todos los sentidos. De allí la inminente necesidad de que los sistemas formativos a través de sus modelos, enfoques y pedagogías ayuden a que la empatía se constituya en el principal vector de una convivencia diaria de la comunidad académica, pero especialmente que se proyecte como un dinamismo propio de una sociedad que está ávida de valores de comprensión mutua, sin polarizaciones que destruyen y no hacen posible la tan anhelada democracia que día a día se contrae más. Nadie en esta sociedad puede sentirse excluido de participar en los diálogos, reflexiones y toma de decisiones que hacen bien a todos y construyen la posibilidad de que ninguno se quede atrás.
Desde la puesta en práctica de varios estilos de aprendizaje hasta la celebración de las diferencias culturales, las IES están llamadas a adoptar un cambio de paradigma hacia la inclusión, allanando el camino para un futuro más equitativo. La educación inclusiva empática es importante porque abraza la diversidad no solo como un camino de afirmación de la identidad y pertenencia, sino que ayuda también a mejorar la experiencia de aprendizaje para todos los estudiantes. En la educación superior, el concepto de enseñanza y aprendizaje inclusivo adquiere un significado adicional, particularmente dentro del panorama dinámico de una visión de la educación virtual, hibrida, multimodal y, también global e internacional. Con la unión de estudiantes de diversos orígenes culturales, lingüísticos, educativos, etc., la creación de un entorno inclusivo se vuelve primordial.
En este sentido, las prácticas de enseñanza inclusivas implican, no solo reconocer y respetar las diferencias culturales, sino también, integrarlas activamente en el plan de estudios curricular. La flexibilidad hoy más que nunca es el norte de la docencia en beneficio de los aprendizajes eficaces de los estudiantes y, en este sentido, las IES están invitadas a empoderar a los estudiantes para que prosperen en un mundo interconectado mientras cultivan la empatía, la comprensión y el respeto mutuo.