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Cuenta la tradición filosófica griega que el método socrático ha sido uno de los mejores caminos para alcanzar la respuesta a muchos de los interrogantes que la realidad contiene. Hacer la pregunta correcta en el momento preciso es clave a la hora de mostrar la inteligencia y el éxito de quien pregunta, porque siempre habrá la posibilidad de encontrarse con una respuesta que despeja y hace ver nuevos caminos. La posibilidad del aprendizaje es gracias a ese espíritu inquieto, que es curioso y que desea seguir aprendiendo más allá de lo alcanzado en su proceso de formación. Solo en esta perspectiva es cómo hoy podemos hablar de una dimensión innovadora, precisamente porque la pregunta siempre trae consigo la identificación de una necesidad y con ella, también la posible solución. La pregunta será siempre desafío para construcción del conocimiento. Así lo han experimentado en la historia reciente de la humanidad grandes personajes y estructuras de conocimiento como Coursera, Platzi, Neflix, Amazon, entre otras.
Lo anterior me lleva a pensar que la oportunidad de reinventar la educación pasa por un buen proceso de docencia, que hace posible que -entre estudiantes y profesores- se desarrolle la pedagogía y la didáctica de la pregunta que lleva a otro destino. En el marco del pensamiento y sociedad compleja, el proceso de la pregunta hace que las ideas se disparen y se haga explícito el pensamiento y esto permite entonces que el estudiante tenga las suficientes habilidades y competencias para expresar su creatividad y emprendimiento.
Hoy que hablamos tanto de reinventar la educación, que bueno volver a las fuentes del pensamiento filosófico y encontrar en ellas ese método que nos invita a generar un ambiente dinámico basado en el poder de hacer las preguntas, las preguntas correctas. Solo así, en el juego del hacer y responder preguntas se construye ese pensamiento crítico que tanta falta hace a la sociedad actual para acertar en las decisiones. La capacidad de entendimiento que requiere el mundo de hoy solo es posible si se logra colocar en el “cuadrante de la discusión”, es decir, en la dinámica pedagógica de la docencia y del aprendizaje, las preguntas y las respuestas que facilitan el diálogo para llegar a consensos de ideas y valores, que permiten a su vez, pensar de modo crítico en una sociedad más humana, mucho más democrática y, por ende, más inclusiva.
El reto para el asunto educativo está en generar una cultura del pensamiento que se hace explícita en ese ejercicio didáctico, incorporando y apropiando el uso de las tecnologías, permitiendo la valoración de los actores (estudiantes y profesores) en sus pensamientos, ideas, creatividad, innovaciones y realizaciones concretas. Lo más significativo de todo este proceso está en que se le confiere importancia al pensamiento generado gracias a la dinámica de las preguntas y respuestas.
Cuando preparamos a nuestros estudiantes para pensar, les estamos dando las herramientas necesarias para que puedan resolver problemas, anticiparse, predecir, tomar mejores decisiones, y disfrutar del buen pensar dentro y fuera del aula. Ahora bien, algunos docentes piensan que solo pueden lograr un pensamiento de orden superior aquellos alumnos avanzados. Sin embargo, cuando logramos una cultura del pensamiento en el aula presencial, virtual o híbrida, modelamos el buen pensamiento, y el pensar se convierte en un hábito para nuestros estudiantes, y así todos empiezan a destacarse. De igual manera, se comienza a generar ese paso de la idea a la acción, en proyectos de emprendimiento que están al servicio de las necesidades de la sociedad.