Analistas 12/04/2025

Mantener las humanidades

P. Harold Castilla Devoz
Rector General de Uniminuto

Se habla mucho de un mundo que requiere del desarrollo de competencias y habilidades que permitan la mayor y mejor producción de conocimiento y tecnología para hacer posible un desarrollo mucho más impactante y competitivo. De allí que se esté pensando en un modelo de educación superior que desarrolle los campos de la ciencia, la tecnología, la ingeniería y las matemáticas, Stem, y que estos permitan una mejor preparación técnica que proporcione esa parte esencial de lo que las economías en crecimiento necesitan: la innovación científica. Contrario a esto, vemos como las humanidades luchan hoy por sobrevivir en muchos contextos académicos, sociales y políticos debido a varios factores estructurales, culturales y económicos. El paradigma utilitarista está presente en el mundo del conocimiento que se espera tenga una aplicación directa en el mercado laboral, y las humanidades, por su naturaleza reflexiva y crítica, no siempre producen “resultados económicos” visibles. Cada vez más experimentamos una cultura donde prima el valor de lo inmediato, lo rentable y lo técnico.

El avance de las ciencias aplicadas, la ingeniería, las ciencias de datos o la inteligencia artificial ha desplazado el interés público y político hacia estas áreas de las humanidades. Las Instituciones de Educación Superior, IES, presionadas por rankings y financiamiento, recortan programas humanísticos para privilegiar los Stem. Se observa una visión mercantilista del conocimiento cuando se dejan ver lógicas aplicadas a la educación que consideran que el saber debe ser productivo, competitivo y medible. Esto afecta profundamente a las humanidades, que trabajan con valores, sentido, crítica y formación integral, no solo con competencias técnicas. Por otra parte, también se presenta una desconexión institucional y pedagógica haciendo que los estudios humanísticos se distancien de los problemas actuales, volviéndose excesivamente académicos o autorreferenciales. Esto genera desconexión con las personas y con los desafíos de las sociedades contemporáneas.

Las humanidades han sido tradicionalmente el lugar donde las sociedades reflexionan sobre el sentido de la vida, la justicia, la belleza, el dolor, el bien común. Hoy, la fragmentación cultural, la polarización ideológica y la velocidad digital hacen que esas preguntas se desdibujen. Hay que volver a entrelazar la ciencia y lo técnico con el saber humanista. Volver a lo que ya la historia misma nos ha mostrado en el tiempo como, por ejemplo, cuando Sigmund Freud usó la música y la poesía para explorar el inconsciente, dándole valor a la dimensión simbólica, estética y no racional de la vida humana como vía de acceso al inconsciente. También, lo volvemos a ver entrelazado cuando Albert Einstein dijo una vez: “veo mi vida en términos de música”. Einstein no era solo un físico, también fue un músico apasionado, especialmente del violín. Tocaba desde joven y practicaba con frecuencia. Para él, la música no era un pasatiempo, sino una manera de pensar, de sentir y de ordenar su mundo interior. La música inspiraba su intuición creativa.

Porque la inteligencia sin sabiduría puede destruir, las humanidades forman pensamiento crítico, creativo y ético, ayudan a comprender el pasado para actuar en el presente, promueven la empatía, la ciudadanía y el diálogo y defienden la dignidad humana y la pluralidad cultural. Como lo deja ver Martha Nussbaum en su reflexión sobre la “crisis silenciosa” de la educación. La vida humana no se mide sólo en resultados, sino también en armonía, inspiración y belleza.