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La vida me ha dado oportunidades que, desde mi condición de sacerdote eudista y rector de una Institución de Educación Superior (IES), valoro como “diosidencias” (puro amor de Dios y Voluntad de Él) para reflexionar y conversar alrededor del tema educativo. Esto se hace mucho más apropiado hoy en que como país nos movemos “entre el mundo de los deseos y el de los límites”, pero seguros de encontrar la ruta para que todos caminemos hacia una nación que anhela realizaciones concretas de equidad, bienestar, desarrollo y paz.
Recientemente, en mi ejercicio ciudadano y profesional, he tenido oportunidades únicas para hacer una profunda reflexión sobre el momento que vive la educación. Y es que han sido diferentes los espacios y lecturas que han contribuido a edificar una nueva visión del sector.
En primer lugar, está mi participación en la Conferencia Mundial de Educación Superior 2022 en Barcelona (España) y en varios webinares relacionados con la educación superior y su futuro, como por ejemplo, uno convocado por Tecnológico de Monterrey y Columbus Association sobre Organizing higher education institutions for the future of education and lifelong learning impartido por Michael Fung, y “Los futuros de la educación superior: digitalización y empleabilidad” organizado por la Unir, por mencionar algunos. En segunda instancia está la lectura juiciosa de las propuestas sobre educación de los actores de la actual contienda electoral por la Presidencia de la República, del libro de la Fundación Empresarios por la Educación “Repensar la educación” y del informe de Fedesarrollo sobre la pregunta ¿Qué hacer en educación?. En síntesis, desde cada una de estas lecturas, participaciones y análisis corroboro que la educación, en su conjunto, está viviendo un cambio estructural que debemos atender con convicción e innovación, pero también con decisión y determinación política para que las cosas sucedan.
Todo esto me lleva, bajo mi responsabilidad y de la mano de rectores y amigos del sector, a compartirle a quien asuma la Presidencia de Colombia, unas ideas que considero darían un nuevo aire a la educación en pro de su mejoramiento. Lo primero, es recordar una vez más que la educación superior dinamiza, moviliza socialmente, y con ello, aporta significativamente al propósito de país de lograr una sociedad más educada, defensora de la democracia y con mayores posibilidades de desarrollo humano y económico. Para ello es necesario fortalecer toda la trayectoria formativa, desde la educación inicial y hasta la terciaria. En esta última, se requiere mayor acceso y permanencia, facilitando el ingreso a las IES públicas y privadas, sobre todo en territorio, a través de créditos subsidiados a los estudiantes, para que estos seleccionen programas de su preferencia sin dificultad y por vocación. No más jóvenes estudiando lo que les toca y no lo que les nace.
También es fundamental duplicar la actual oferta de educación virtual en alianza con las IES públicas, privadas y entes territoriales, para que al menos 50% sea ofrecida en áreas rurales permitiendo a sus habitantes acceder a educación superior de calidad.
Ojalá que esta oferta sea dirigida a docentes rurales para que se cualifiquen en aras de prestar un mejor servicio y avanzar en su carrera profesional. No más habitantes rurales sin posibilidades de acceso a la educación superior. Es necesario aumentar el ingreso de los jóvenes a la educación para el trabajo a través del Sena y otras IES, previa convocatoria del sector productivo y los entes territoriales, para desarrollar una oferta pertinente y de pronta vinculación al mercado laboral. No más incremento de los “ninis” (ni trabajan, ni estudian) en nuestro país.
Se necesita seguir ahondando en la transformación del Icetex que le permita a más jóvenes acceder a la educación superior y a los estudios en el exterior. Garantizar medidas que resuelvan de una vez los créditos en mora y el replanteamiento de las obligaciones de los créditos directos otorgados por la Institución, y que, a criterio de los usuarios, presentan dificultades para honrar sus compromisos. No más tensiones con el crédito educativo. Por último, es de vital importancia la conformación de una comisión intersectorial encargada de proponer una actualización de la Ley 30 de 1992, que vaya en coherencia con los nuevos retos del contexto educativo y del mundo. No más normas que complejicen la prestación de servicio con calidad, oportunidad y pertinencia.