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“The rule of law” o el imperio de la ley en español, es uno de los pilares fundamentales de una sociedad libre. Una sociedad en donde todos sus miembros reciben un trato en igualdad ante la ley, en donde el aparato judicial obedece estrictamente a las leyes y las antepone alejado de cualquier sesgo ideológico. En pocas palabras, una sociedad en donde nadie esté por encima de la ley.
Según los índices que realizan algunas organizaciones mundiales que tienen como materia de estudio el imperio de la ley, Colombia ocupa un merecido puesto en la mitad de la tabla que corresponde a los países donde las leyes no son precisamente las que mandan. Por tomar un ejemplo, en el índice del World Justice Project, el cual mide concretamente los indicadores que afectan el Rule of Law, Colombia ocupó para 2023, el puesto 94, entre 142 países estudiados. Y si nos comparamos con países de Latinoamérica y el Caribe (para el gusto de los mediocres), este estudio nos ubica en el puesto 22, entre 32 países de la región. Siendo un resultado aún más negativo para Colombia.
Pero no se trata de descubrir el agua tibia. Este problema está sobrediagnosticado en Colombia. Hace muchos años se habla de una urgente y necesaria reforma a la justicia, la cual todos evaden. Pero la realidad es mucho peor y nos afecta a todos como sociedad. A diario vemos noticias de delincuentes que quedan libres luego de haber sido detenidos en flagrancia. Algunos de esos delincuentes con varias capturas encima, ya hasta sonríen ante la cámara, pues conocen las debilidades de la justicia. Y muchos de aquellos que logran ser llevados presos, se les ven delinquiendo cómodamente desde las cárceles y emitiendo amenazas.
Los delincuentes toman valentía, mientras el ciudadano se siente cada vez más desprotegido. Parecen en aumento los casos en los que la gente decide impartir justicia por mano propia, al no encontrar amparo en las autoridades llamadas a hacerlo.
Muchos gobernantes locales hacen enormes esfuerzos en pro de la seguridad ciudadana, pero esto resulta en vano, si al final un juez tiene que firmar la libertad de los delincuentes a pocas horas de su captura.
Aún tenemos magnicidios cometidos hace décadas que hoy siguen sin una impartición de justicia a los verdaderos responsables. Tampoco se ven avances en cuanto a las sonadas relaciones de políticos con terroristas, narcotraficantes o sobornos, en los que en otros países no muy lejanos, tienen a expresidentes tras las rejas. O los peligrosos criminales que hoy se autoproclaman faros de la moral y la verdad, mientras gozan de impunidad. En Colombia la sensación es que nada pasa. Nadie responde, ni nadie los hace responder.
El mensaje que se le da a una sociedad que opera de esta manera es totalmente erróneo. No nos hemos purgado y habrá que hacerlo, porque de esta manera es totalmente inviable avanzar adecuadamente.
Cuando el imperio de la ley rige en una sociedad, se previene el ejercicio arbitrario del poder, venga de donde venga. Como alguna vez le escuché a alguien: “Mientras los países desarrollados tienen leyes claras y sencillas de estricto cumplimento, Colombia tiene leyes estrictas de flexible cumplimiento. Tenemos leyes para todos los gustos, pero no hay quién las haga cumplir cabalmente ¿Hasta cuando tanta impunidad? Ya somos una potencia mundial en la materia.