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Los seres humanos nos movemos por incentivos. Es lo que nos impulsa a actuar, nos motiva y nos hace levantarnos cada día.
Todas las disciplinas, ciencias y profesiones lo aplican de una u otra manera. El médico usa incentivos con sus pacientes, el profesor con sus estudiantes, el empresario utiliza incentivos con su equipo comercial, a su vez las marcas usan incentivos con sus clientes y también la mujer que es pretendida usa inventivos con su pretendiente. Por sutiles que a veces parezcan, ahí están siempre presentes los incentivos en la interacción entre seres humanos cuando se busca provocar un comportamiento deseado en el otro.
El dinero es el incentivo que más mueve al ser humano desde hace siglos, hablando de manera sensata. Casi todo lo que incentiva a los seres humanos a actuar está relacionado con el dinero. Y no es algo que esté mal. Simplemente los incentivos varían de acuerdo a las épocas. Tal vez hace miles de años, los mayores incentivos para nuestros antepasados fueran las herramientas de caza, el abrigo o un lugar de descanso. En pocas palabras, lo que nos permitiera sobrevivir. Hoy, con la mayoría de necesidades básicas cubiertas, los seres humanos nos movemos por el dinero y todo aquello que nos haga obtenerlo, conservarlo y obviamente multiplicarlo. Por tal motivo, los incentivos económicos son hoy en día nuestro mejor señuelo.
Ahora bien, ya conociendo lo trascendentales que pueden ser los incentivos, vamos a verlos desde una perspectiva más amplia.
Los países tienen recursos limitados. No hay de todo, para todos todo el tiempo; ley básica de la economía. La mayoría de países no alcanzan a proveer a sus ciudadanos todos los productos y servicios que ellos demandan, ya sea por falta de recursos, conocimiento u otros factores. Por lo tanto deben buscar estos recursos fuera de su territorio. Para esto deben generar incentivos económicos, pues en un mundo globalizado, con recursos limitados y donde la gente se mueve por incentivos, los países deben ser lo suficientemente astutos para obtener los mejores recursos que favorezcan a sus habitantes.
¿Qué incentivos económicos puede utilizar entonces un país?
Los más usuales son los descuentos en impuestos, altos salarios, facilidades tributarias para inversiones, eliminación de trámites y burocracia en el Estado, exenciones, obras por impuestos, licencias para explotación de recursos, reducción de aranceles, zonas de fomento económico, acuerdos comerciales, eliminación de barreras en los mercados, control de monopolios, estabilidad cambiaria y monetaria, entre muchos otros.
¿Y qué incentivos se están generando hoy en Colombia? En la agenda de temas económicos en el país hoy sobresalen los nuevos y altos impuestos, inestabilidad jurídica, creciente burocracia, altos costos para importaciones, incertidumbre fiscal y tributaria, instabilidad monetaria, estigmatización de la riqueza, narrativas de lucha de clases, poca protección de la propiedad privada, etcétera. Cuando no se producen incentivos, se cae en lo opuesto, que es generar desincentivos. Desmotivar la inversión a largo plazo, el ahorro, el establecimiento de nuevas empresas en el país, la llegada de talentos y de capital extranjero. Esta es la receta que han seguido los países que fracasan.
Colombia necesita incentivos económicos que atraigan oportunidades para todos, no más desincentivos.