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Analistas 25/03/2017

Para entender a Trump, aprendan ruso

Foto: New York Times
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La palabra en ruso para “verdad” conocida por la mayoría de los estadounidenses es “pravda”; la verdad que parece evidente superficialmente. Es subjetiva e infinitamente maleable, por lo que los comunistas soviéticos llamaron Pravda al periódico de su partido. Los déspotas, autócratas y demás políticos cínicos son adeptos a manipular la pradva para sus propios fines.

Pero la verdad real, la verdad subyacente, cósmica e inquebrantable de las cosas se llama “istina” en ruso. Se puede juguetear con la pravda todo lo que se quiera, pero no se puede cambiar la istina.

Para el equipo Trump, la pravda de las elecciones de 2016 es que no todos los votantes del presidente Trump son explícitamente racistas. Pero la istina de la campaña 2016 es que la base de Trump dependió fuertemente de los racistas y los xenófobos, que Trump disfrutó y atizó su odio e ira, y que todos los que votaron por él emitieron un voto a favor de un hombre que sabían que era racista, sexista y xenófobo. Eso fue un acto de racismo.

El equipo de Trump recurrió a Twitter con velocidad de rayo recientemente para hacer comentarios desdeñosos contra la conclusión de todas las 17 agencias de inteligencia de que el Kremlin hackeó los correos electrónicos del Partido Demócrata con el propósito específico de ayudar a Trump y perjudicar a Hillary Clinton. Trump dijo que las agencias de inteligencia se equivocaron con Irak, y que alguien más podría haber sido responsable del hackeo y que los demócratas simplemente estaban encontrando otra excusa para su derrota.

La istina de este embrollo es que evidencia poderosa sugiere que los rusos se propusieron interferir en la política estadounidense, y que Trump, con su rechazo a las alianzas europeas occidentales y la aceptación de la invasión rusa en Ucrania, era su candidato predilecto.

La pravda de la selección que hizo Trump de Rex Tillerson, director de Exxon Mobil, como secretario de Estado es que al escoger a un magnate del petróleo que ha hecho ganar miles de millones de dólares a su compañía colaborando con Rusia, Trump hará que la política exterior estadounidense esté en deuda con los intereses corporativos estadounidenses.

Eso es malo de por sí, pero la istina es mucho peor. Por un lado, la política exterior estadounidense ha estado bajo el yugo de los intereses corporativos estadounidenses desde, bueno, desde que ha habido corporaciones estadounidenses. Basta con ver el embrollo que creó este país en Latinoamérica, el Caribe, el sureste asiático y Oriente Medio por servir a las compañías estadounidenses. Sí, Tillerson ha ignorado los intereses estadounidenses repetidas veces, incluyendo en Rusia e Irak, y ha estado intentando eliminar las sanciones impuestas luego de la toma rusa de Crimea porque interferían con uno de sus muchos acuerdos de negocios. Pero si lo sacamos de la ecuación en el gabinete de Trump, nada cambia. Trump ha dejado en claro, con cada acción que emprende, que va a poner todas las facetas de la política, interna y externa, al servicio del Estados Unidos corporativo. La istina aquí es que Tillerson es solo un síntoma de un problema mucho más grande.

La pravda es que Trump tenía razón al decir que las agencias de inteligencia se equivocaron con respecto a Saddam Hussein y las armas de destrucción masiva.

Pero la istina es que el desprecio de Trump por los servicios de inteligencia es profundo y peligroso. Ya no está recibiendo informes diarios de inteligencia, aparentemente porque simplemente son muy aburridos como para captar su atención.

Y ahora sabemos que Condoleezza Rice desempeñó un papel decisivo para que Tillerson llamara la atención de Trump. Como asesora de seguridad nacional y después secretaria de Estado del presidente George W. Bush, Rice no solo se equivocó con respecto a Irak, sino que ayudó a fabricar el cuento de que Hussein tenía armas nucleares.

Trump y Tillerson claramente piensan que están a la altura del astuto e infinitamente peligroso Vladimir Putin, pero conforme avanzan con sus planes para colaborar con Rusia en lugar de oponerse a sus tendencias imperialistas, pudieran tener en mente otro dicho ruso, este de Lenin.

“En la política no hay moral; solo hay conveniencia”, escribió. “Un canalla podría sernos de utilidad simplemente por ser un canalla”.

Putin tiene esa filosofía tatuada en su alma política. Cuando se trata de usar a canallas para obtener lo que quiere, es un profesional, y Trump es apenas un amateur. Esa es la istina de la cuestión.

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