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¿Pero es esto justo?
Bueno, me complace informar que el Sr. Pielke escribió recientemente una carta para el editor del Financial Times sobre la economía de los límites a las emisiones (algo de lo que sé bastante) que confirma abundantemente su mala reputación. Mejor aún, la carta ofreció un momento de enseñanza, una oportunidad para explicar por qué las afirmaciones de que no podemos limitar las emisiones sin destruir el crecimiento económico son un disparate.
De acuerdo con el Sr. Pielke: “Las emisiones de carbono son resultado del crecimiento en el producto interno bruto (PIB) y de tecnologías de consumo y producción de energía. Más precisamente, esta relación es llamada Identidad de Kaya, en honor a Yoichi Kaya, el científico japonés que lo propuso por primera vez en la década de 1980. Por tanto, por definición, un ‘límite al carbono’ necesariamente significa que un gobierno está comprometiéndose al cese del crecimiento económico o al avance sistemático de la innovación tecnológica en sistemas de energía bajo un programa predecible, de tal forma que el crecimiento económico no sea limitado. Dado que frenar el crecimiento económico no es opción, ni en China ni en ninguna parte, y dado que la innovación tecnológica no ocurre por mandato, en la práctica no hay nada como un límite al carbono”.
De hecho, esto es casi maravilloso, en la misma forma que lo es golpear la cabeza contra la mesa. El Sr. Pielke no está afirmando que en la práctica sea difícil limitar las emisiones sin frenar el crecimiento económico; está sosteniendo que es lógicamente imposible. Entonces, hablemos de por qué esto es una estupidez.
Sí, las emisiones reflejan el tamaño de la economía y las tecnologías disponibles. Pero también reflejan decisiones: decisiones sobre qué consumir y cómo producirlo; decisiones sobre qué tecnologías energéticas usar entre un número existente. Estas decisiones, a su vez, están fuertemente afectadas por incentivos: si cambiamos los incentivos podemos cambiar enormemente la cantidad de emisiones asociadas con una cantidad determinada de PIB real.
Tomemos el caso de las emisiones de los autos, un ejemplo con el que todos estamos bien familiarizados. En una economía rica, la gente quiere moverse de un lado a otro. Pero algunos podrían usar el transporte público si su precio y cantidad fueran correctos; la gente podría conducir autos de uso eficiente de combustible en lugar de grandes vehículos deportivos; podrían usar diesel, o manejar vehículos híbridos. Todas estas opciones impondrían ciertos costos, y reducirían el ingreso real en cierto grado, pero el efecto no sería ni remotamente que el PIB real cayera uno a uno con las emisiones.
Casualmente, por cierto, que el recrudecimiento de los estándares de rendimiento de combustible ordenados por la administración Obama es, bajo algunas métricas, una medida tan importante como sus regulaciones recientes a las plantas de electricidad. No obstante, la política hacia las plantas de electricidad es lo que aparece en las noticias, y lo que motiva la carta del Sr. Pielke. ¿Dónde están las decisiones en este caso?
En todas partes, es la respuesta. El consumo de electricidad no tiene una relación fija con el PIB: se pueden tomar muchas decisiones sobre cosas como aislamiento y diseño de fabricación. Aún más importante, hay muchas formas de generar electricidad: carbón, energía nuclear, energía hídrica, viento, sol, y las alternativas para el carbón son más competitivas que nunca. Eso no significa que reducir las emisiones no tenga costo, pero otra vez, la idea de que, por ejemplo, 30% de caída en emisiones requiera una caída de 30% en el PIB es ridícula.
Permítanme agregar, de paso, que la falacia del Sr. Pielke (la noción de que existe una relación rígida entre crecimiento y contaminación) es compartida por algunos de la izquierda, quienes creen que salvar el planeta significa que se debe poner fin al crecimiento económico. Lo que realmente necesitamos es un cambio en la forma de crecimiento, y eso es exactamente el tipo de cosas para las que son buenos los mercados, si los precios son correctos.
De cualquier forma, supongo que debería agradecer al Sr. Pielke por su intervención, que ha ayudado a clarificar cómo deberíamos pensar respecto a cuestiones de energía, y sobre él.