.
Analistas 29/06/2022

Bendita oposición

Paula García García
Conductora Red+Noticias

En medio del drástico cambio que se avecina para Colombia, sorprende la pasividad, por no decir entrega, de un abultado número de actores sociales y políticos. Mientras las fuerzas se decantan a favor de los que llegan, preocupa, más en nada asombra, el veloz acomodo de otros.

A sabiendas de que la norma otorga un mes, después del 7 de agosto, para hacer pública la posición de las bancadas desde el Legislativo frente al Gobierno, 72 horas bastaron a partidos tradicionales, como el Liberal, para proclamar su postura. Innecesario consideraron los rojos, al igual que un sector de los conservadores, esperar a que, por lo menos, se mudara a sus aposentos el nuevo huésped de la Casa de Nariño. De los Verdes se esperaba, en tanto, el camino allana, Dilian Francisca Toro.

En cuestión de días, el apasionante ajedrez de la campaña dejó de serlo. Con una desequilibrada balanza para 10.604.337 votos que reclaman representación, la orfandad se niega a ser el destino. Rodolfo Hernández, quien logró aglutinar esa otra mitad, sigue comportándose como un personaje indescifrable. Desconectado de su gesta. El tacto y sutileza, de los que hoy hace gala, contrastan con el talante osado que mostró durante la competencia. Ahora, tras su inquietante silencio y producto del vacío normativo de un estatuto creado para dar espacio al opuesto, con reservas, algo de resistencia promete su declaración de independencia.

Parecerían tener mayor conciencia del escenario 50/50 los que se alzaron con la victoria. Tanto, que le madrugaron a las negociaciones. No obstante, la oposición, como derecho, garante de pesos y contrapesos, tiene que procurar su existencia. Además de ser el rumbo natural de todo proceso, es sano. Las voces contrarias, sin guerra sucia, siempre serán necesarias. Sinónimo de libertad. El temor de medio país, a posibles arbitrariedades, propias de líderes con rasgos autoritarios, es legítimo y exige tener eco.

Lejos de buscar profundizar en la polarización que carcome y de la que solo hay hastío, es indispensable mantener la veeduría. Cerrar la puerta a los silencios cómplices. Aquellos que dicen portar las banderas de los que piensan distinto están llamados a ejercer control. A debatir y rebatir dentro de la institucionalidad. A cuidar lo que está bien cimentado, alertar sobre los riesgos y, acompañar, con ánimo vigilante, las propuestas de transformación responsables.

Que se reúnan Álvaro Uribe y Gustavo Petro envía un mensaje de reconciliación necesario. Sin duda, un gesto de mutua gallardía. Sin embargo, el anhelado acercamiento no puede significar renunciar a las discrepancias. Aunque, diezmados, los movimientos que se ufanan de ser fieles a su ideología, están en la obligación de reinventarse desde orillas diversas. De asumir su rol como voceros de un pueblo con visiones disímiles. Por supuesto, otro tono, otra retórica y otras formas, serán necesarios. Hay que leer el desgaste, pero nunca autocensurarse.

Quedan varias conversaciones pendientes y, con ellas, el interrogante alrededor del futuro del que debería ser un renovado e imprescindible antagonismo. Por el bien de esta nación, que el tan mentado Gran Acuerdo Nacional′no termine en nula crítica ni se convierta en un cheque en blanco. La democracia lo lamentaría para siempre.

Conozca los beneficios exclusivos para
nuestros suscriptores

ACCEDA YA SUSCRÍBASE YA