MI SELECCIÓN DE NOTICIAS
Noticias personalizadas, de acuerdo a sus temas de interés
En menos de dos años, Colombia volvió a ser ese país en el que no te quieres quedar. Nada marcha. Al contrario, los retrocesos son evidentes. De nuevo, los criminales nos arrinconan. De nuevo, sentimos vergüenza de ser colombianos. 5.269 denuncias por extorsión en el primer semestre de 2023, 38% más que en el mismo periodo de 2022. Secuestros: 241 entre enero y septiembre. Grupos ilegales inaugurando obras con tarima, globos, cinta y cura. Robos a mano armada en las que deberían ser caminatas familiares por los cerros bogotanos y alcaldes a merced de unas disidencias que les exigen millonarias sumas de dinero antes de entregar sus cargos. Extensa lista de absurdos.
‘¡Es la economía, estúpido!’, diría James Carville, exasesor de Bill Clinton. Sin embargo, la célebre frase no aplica en este caso. Para nosotros, es la seguridad el núcleo. ¿Quién va a querer invertir aquí?, ¿quién se va a exponer a que le cobren ‘vacuna’?, ¿a quién se le va a ocurrir hacer turismo en un destino que a diario produce titulares de atracos, violencia y muerte?, ¿con que ilusión proyectan un futuro los jóvenes?
Esa oportuna campaña que nació en 2007 y en su momento nos llenó de orgullo, ya es historia. Decía, al presentarla, el entonces ministro Luis Guillermo Plata que habíamos logrado ser más que café, flores y frutas. Que habíamos conseguido, con los avances en seguridad, centrar la atención en las bondades de nuestra gente y nuestra majestuosa geografía. La estrategia se basaba, quizá lo recuerdan, en testimonios de extranjeros que se enamoraron de esta tierra.
En aquella época lejos estábamos de ser un paraíso, pero levantábamos cabeza. Hoy, volvimos a ser sinónimo de narcotráfico, guerrilla y terrorismo. Hoy, con esa imagen de la camiseta de ‘Lucho’ Díaz pidiendo libertad para su padre en la cancha de un estadio a reventar en Inglaterra, solo podemos sentir pena y enorme preocupación por lo que nos espera. Sobre todo cuando la sensación de orfandad, cómoda, gana el pulso ante un presidente que en medio de semejante desmadre reacciona con un escueto: ‘Viva la libertad y la paz’, vía redes sociales.
El Gobierno permanece impávido. Tal vez porque sus prioridades son otras y están comprometidas. Cuesta creer que, como a El Chavo del Ocho, al jefe de la cartera de defensa se le ‘chispoteó’ la temeraria frase alrededor del financiamiento de los insurgentes con los que dialogan. Están jugando con fuego. El problema es que nos están arrastrando en su apuesta.
Difícil alimentar la esperanza bajo una administración que considera que se debe pagar por no matar, con un comisionado de paz que apenas a estas alturas recuerda que dejar de secuestrar tenía que ser una exigencia y casi imposible despertar con optimismo tras la crueldad con la que Antonio García defiende las ‘operaciones de finanzas’ para un pobre ELN.
¡Qué ganas de salir corriendo! De dejar atrás todo por lo que hemos trabajado y renunciar a lo construido con tal de encontrar, en otro lugar, el sosiego perdido. Aunque empezar de cero es un lujo que pueden darse unos pocos; auguro una importante fuga de capitales, talentos y cerebros.
A los que nos quedamos nos tocará luchar en contra del miedo y la incertidumbre mientras asistimos a la rendición del Estado e intentamos resistir hasta el 2026 cuando puede que ya sea demasiado tarde.