MI SELECCIÓN DE NOTICIAS
Noticias personalizadas, de acuerdo a sus temas de interés
Una radiografía aturdidora, en la que pocos parecen reparar, se desnuda en medio de las peleas y el desprecio profeso entre quienes alguna vez aparentaron ser cercanos en lo político: Colombia, se detuvo en el tiempo.
La llegada de Ingrid Betancourt a la contienda electoral, 20 años después de su frustrada aspiración presidencial, emerge como la estocada final que confirma el veredicto. Estamos ante un escenario en el que, a toda costa, pretenden seguir figurando los mismos con las mismas.
‘La campaña del reencauche’. Así podría titularse la foto del momento. Y es que, además de la lectura que deja la vuelta al ruedo de la precandidata del partido Verde Oxígeno, resulta imposible ignorar la opción, en lo más mínimo renovada, por la que se decantó el Centro Democrático. En lugar de arriesgarse y dar cabida a otras caras, la otrora sólida colectividad, prefirió jugársela por un Oscar Iván Zuluaga desgastado, sin los bríos ni el arrastre que exhibía hace ocho años.
Ahora bien, si nos vamos a la orilla opuesta, el panorama tampoco luce alentador. Aunque punteando en las encuestas, en parte por la confusión que genera en el electorado el abultado grupo de pretendientes que coquetea con el Palacio de Nariño, aparece un Gustavo Petro que, aferrado a los votos del pasado, alardea, hasta con vibrato, de un discurso que en nada ha evolucionado.
El reciclaje nos está condenando al atasco. Por cuenta de los de siempre, el debate nacional se quedó estancado en sus viejos dilemas. Tan solo gravita, sin conclusiones ni soluciones, sobre asuntos que ya suenan trillados. ‘Que si hacemos trizas el acuerdo de paz o nos tragamos ese sapo’, ‘que hay que quitarle a los ricos para subsidiar a los pobres’, ‘que todas las desgracias son culpa del gobierno saliente’. La discusión se resiste a madurar. Parecemos una sociedad congelada. Una sociedad de ojos vendados.
Es claro que muchas de las problemáticas que nos aquejan no han cambiado.
La inacción histórica que carcome a este país así lo ha sentenciado y, por supuesto, de esos eternos males hay que continuar hablando, pero también es claro que visiones renovadas y nuevos liderazgos nutrirían la manera de encararlos. Con un entorno global cada vez más arisco, exigente y complejo, permanecer atornillados en las voces del ayer pone a tambalear los buenos augurios.
El próximo 13 de marzo, cuando el efecto embudo de las consultas interpartidistas haga lo suyo, el panorama empezará a despejarse. Un ejercicio, sin duda, necesario y positivo. Sin embargo, la única del mencionado tridente que en realidad se hará contar, hasta ese momento, será la aspirante colombo-francesa. Del lado del Pacto Histórico el resultado está cantado y, Zuluaga, esquivando los ruegos de última hora, ha dicho que cabalgará en solitario hacia la primera vuelta. De modo que, dos de tres, es seguro que se mantendrán activos tratando de enarbolar las banderas de la transformación pese a representar todo lo contrario.
Ojalá, Colombia despierte y, en las urnas, como corresponde a una república que respeta y defiende su democracia, demuestre su deseo de dar paso a un nuevo comienzo. No más con los de siempre para terminar en lo de siempre. Pasa en todos los ámbitos de la vida: renacer, implica, romper con el pasado.