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César, el expresidente, está dispuesto a opacar a Alejandro, el candidato, como el Gaviria que más suena en época electoral. Decidido a ocupar un lugar protagónico en el próximo gobierno ―sea cual sea―, el padre de la apertura económica en Colombia, desconoce dogmas y manosea doctrinas.
Es evidente que algo va de Alejandro Char a Gustavo Petro y aun así, el exmandatario, tiene la osadía de asegurar que con ambos encuentra convergencias. Sus cafecitos de los últimos días no han hecho más que pisotear el ya desprestigiado oficio de la política. Solo han conseguido ahondar en grietas que hace rato se volvieron abismos.
En un momento en el que el país se pregunta en quién confiar, y si puede volver a hacerlo, actuaciones tan incoherentes y embebidas de ambición pasan a ser argumentos. Se suman a las muchas razones que alimentan la apatía y aumentan la desconexión.
El matiz desesperado que ha tomado esta campaña es la muestra de una dirigencia decadente que perdió el respeto por el electorado. Que se entregó a la descarada dinámica del todo vale y, ante el mejor postor, cambalachea principios. Igual le sirve a Gaviria el aspirante de derecha que el de izquierda. Poco importa que sus visiones, sobre el papel del Estado, se sitúen en esquinas tan opuestas.
Tal será el alcance de su estrategia que hasta hubo reconciliación. Nadie esperaba que entre el jefe del liberalismo y las toldas de Colombia Tiene Futuro, después de tirarse el teléfono, soplaran vientos de paz. Eso sí, de cara a una posible derrota, de quien se suponía era su gran apuesta, el lobby, se mantuvo.
Y es que allí no termina el asunto. También tuvo tiempo, Gaviria, para un café con Luis Gilberto Murillo. El otrora líder indiscutible de las banderas rojas, al parecer, proyecta al exministro como el as bajo la manga para quedarse con la fórmula vicepresidencial del Pacto Histórico. Ningún frente ha quedado descubierto.
Ahora, el cuestionamiento es válido en igual medida para aquellos que han entrado en su juego. Para los que posan sonrientes en la foto. Es claro que las campañas se nutren de las alianzas y se fortalecen con los apoyos. Hace parte del proceso. Lo que resulta deplorable es la forzada retórica en la que terminan cayendo a fin de justificar la omnipresencia de un pretendiente al que no le interesa decidirse.
Mientras llega el esperado 13 de marzo, César Gaviria puede respirar tranquilo. Sabe que ganará bien sea con cara o con sello. Caerá de pie para defender, si le toca, las ideas progresistas. Estará de acuerdo con el proteccionismo y hablará a favor del asistencialismo. De la misma manera estará listo para mostrarse convencido de que el libre mercado, la propiedad privada y la institucionalidad son el camino.
Hay quienes dicen que las ideologías mutan. Que es un absurdo pensar que son inamovibles. Sin embargo, quedan abiertas varias preguntas alrededor del cómo y sus consecuencias. ¿Tiene sentido comulgar en simultáneo con corrientes radicalmente opuestas? De ser así, ¿en dónde quedan entonces los valores?, ¿es posible dar la espalda a las creencias? Difícil responderlo y un tanto más digerirlo. Cuando se negocian las bases, cualquier estructura se derrumba.