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¡Ay, el Congreso! ¡Vaya capacidad la que tiene para decepcionarnos! Ahora, por cuenta de la designación del próximo Procurador General de la Nación, sus representantes, vuelven a dejarnos claro que sus maneras seguirán siendo políticas. No puede ser más irrespetuoso, de cara al país, que se haya consolidado una elección sin elección que ni siquiera pretendió aparentar serlo. Bastaron un par de horas de cocción, en un céntrico palacio, y asunto arreglado.
Tras 12 años enquistado en su silla de secretario general del Senado, el ‘amigo de todos’, casi que de inmediato y vía avalancha de comunicados, se convirtió en el favorito a ocupar el puesto de Procurador. ¿Con qué visión sobre la entidad? Nadie sabe y en realidad poco importa pues con complicidad de sus conocidos de antaño - los legisladores -, logró hacer de la otrora legítima pregunta lo menos relevante. Quedó claro, eso sí; su afanoso deseo (que evitaré graduar de obsesión) por ocupar aquel que, por estos días, algunos califican de innecesario cargo.
Solo a modo de recordación, ya que con facilidad solemos olvidar: de la Corte Suprema de Justicia, en donde pasó en blanco, sin lograr ni un voto; Gregorio Eljach, saltó sin reparos a buscar un cupo en la terna de la presidencia. Se coló en la fila de 20 inscritos y desbancó, incluso, al exvicefiscal Jorge Perdomo que hasta ese momento sonaba como el favorito de la Casa de Nariño. Con su jugadita, expuso también al peor de los escenarios a dos interesantes perfiles. Sin mucho margen de maniobra; Luis Felipe Henao y Germán Varón resultaron burlados en medio de tan bochornosa situación.
¿Qué sentido tiene citar la Comisión de Acreditación y llevar a cabo una audiencia para escuchar a los postulados cuando el voto está cantado? Nuestros honorables congresistas, cada vez pierden más la vergüenza. Indignante, pero sobre todo delicado escenario el que sin tapujos nos presentan. Varias reformas sensibles están listas para surtir su trámite en el legislativo. ¿Podremos confiar?
Mientras mediciones como la de Latinobarómetro demuestran un creciente desencanto por la democracia en América Latina, registran que en Colombia más de la mitad de las personas consideran que los partidos políticos no son indispensables y 80% de los ciudadanos, según la reciente encuesta Datexco, califican entre regular y deficiente el trabajo de los parlamentarios; en el Capitolio Nacional, prefieren los oídos sordos. Subestiman el hartazgo del pueblo.
Recuperar la credibilidad y reputación perdidas, tal parece, en nada inquieta. Un día se rasgan las vestiduras para el siguiente alienarse a conveniencia. Oportuno recordar, por tanto, que es la Procuraduría la encargada de vigilar y sancionar a funcionarios públicos entre los que se cuentan los inquilinos de las tan apetecidas curules. ¡Vaya independencia la que nos espera!
Para cerrar, aunque inútiles parezcan estas líneas cargadas de una obviedad que jamás debimos normalizar; quisiera volver sobre la importancia de preservar la memoria y el pecado mortal que suele arrastrar esa tendencia a privilegiar el olvido. Sin respeto por los procesos, de nuevo, votan ellos. No obstante, de este lado, también tenemos la oportunidad de ejercer el voto castigo.