Analistas 15/04/2025

Tiempos poco santos

Paula García García
Conductora Red+Noticias

Con un mundo descuadernado. Así nos vamos a los días santos. Preocupados por el futuro de la economía, asombrados con la escalada de autoritarismo, cada vez más, expertos en geopolítica e inquietos por el tire y afloje doméstico bajo el que nada fluye y mucho se parece al que presenciamos fuera. Los llamados tiempos modernos han sido en realidad turbulentos y poco benévolos. Sin embargo, el remezón no es casual.

Las nuevas narrativas. Esas, que fabrican enemigos para descargar culpas y justificar retaliaciones tienen al sistema en jaque y a la humanidad de rodillas después de haberla seducido con las bondades de la globalización.
Esas nuevas narrativas, también han puesto en entredicho los contrapesos de las democracias y han instalado discursos que invitan a sublevarse mientras el ejercicio de la política encuentra en la ‘chambonería’ su aliado más rentable.

Tanto el ‘kissing my ask’ del presidente Trump luciendo un elegante corbatín como los descoordinados consejos de ministros de Gustavo Petro que no pasan de ser una excusa para buscar responsables externos y la constante descalificación a los fallos judiciales que dos perfiles tan disímiles comparten; son la muestra de los métodos y provocadoras formas de gobernar a las que ahora estamos expuestos. La fórmula perfecta, tal parece, para sociedades enardecidas por no decir, poseídas, de fanatismos que enceguecen.

La institucionalidad no es fiable, los tratados internacionales con un anuncio se deshacen, la separación de poderes debe difuminarse y la ciudadanía instrumentalizarse para ejercer presión en las calles. En eso consiste la estrategia. En repetir, hasta convertir en verdad, retóricas extremistas y escenarios fatalistas que se consuman al llevar a la práctica agresivas maneras que en la zozobra cosechan.

El mercado bursátil, con sus recientes estrepitosas caídas, es quizá el mejor indicador de las muchas irresponsabilidades del momento. La prueba fehaciente de la incertidumbre, escasa claridad en las reglas de juego, falta de confianza, nula estabilidad y mínima credibilidad que ronda al planeta desde que, quienes están al mando, se la jugaron por querer cambiarlo todo de un plumazo.

Hoy, cuando somos presa de las obsesiones de los liderazgos mesiánicos, estamos gobernados entre discursos xenófobos, clasistas y cargados de mensajes de superioridad que se enfrentan con aquellos antiimperialistas que todo proceder distinto tildan de fascista. Ambos, en cualquier caso, absolutistas. Asistimos al recrudecimiento de sociedades plagadas de odio que respaldadas por las voces oficiales se refugian en los que más parecen bandos que orillas con ideologías genuinas. No importan las afectaciones. Importan las confrontaciones que agitan masas y cierran filas.

Sin lugar tranquilo en el mapa, los extremos se atornillan mientras se alejan; la institucionalidad se canibaliza y una disruptiva versión de la Guerra Fría, que trasciende lo económico, estaría empezando a escribirse.
¿Punto de no retorno? Complejo apostar por una respuesta optimista en tanto persista una política non sancta y sí egocéntrica rodeada de aduladores que terminan por convertirse en siniestros consejeros.