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Los pronósticos se cumplieron. Pasaron factura la inoperancia, la ausencia de autoridad, el desgobierno y la improvisación de quienes en las presidenciales se alzaron con el poder retando a la institucionalidad, pero terminaron doblegados por sus propias ligerezas. Colombia salió a votar para botar.
Victorias contundentes en Bogotá, Medellín y Cali no necesitan mayores análisis. Tres grandes ciudades sumidas en la debacle de mandatarios que propiciaron polarización y retrocesos, despertaron. Tampoco es casualidad, en medio de la permisividad y el auge del ‘todo vale’ del momento, el triunfo de Jaime Beltrán, el ‘Bukele’ santandereano.
Tras los comicios del domingo, renace la esperanza de retomar las riendas a partir de los territorios. De ejercer control e imprimir coherencia en instantes en los que la desconexión reina mientras la terquedad y el ego mal aconsejan. ¡Un verdadero desafío! Tal es el grado de decepción que, en algunas regiones, viejos conocidos regresan. Ojalá sean conscientes del compromiso de las segundas oportunidades y sepan estar a la altura.
Por lo pronto, se reacomoda el ajedrez justo cuando el país clama por una luz para superar la incertidumbre y el miedo. No obstante, recuperar el rumbo tomará tiempo y, al gobierno Petro, le quedan todavía tres años. Aun así, el mensaje es contundente. ‘El voto castigo’, ese que reconoció Gustavo Bolívar, es el fracaso del proyecto del cambio.
¿Qué hará con este panorama el Presidente? ¿Radicalizará su postura o atenderá el hastío? Pese a su breve discurso poselectoral, los antecedentes dan para pensar que se inclinará por lo primero y descartará lo segundo. Ya en el pasado ha hablado de consensos, diálogos nacionales y disposición a acuerdos que horas después olvida. Es más, basta con dar una mirada a sus últimas publicaciones en redes. El tono vuelve a ser el de siempre: desafiante y prepotente. Nula autocrítica.
Inteligente sería que desde ese palacio en el que dice se siente incómodo y asustan, el jefe de Estado reflexionara, entendiera que se está quedando solo y tuviera la grandeza que exige aceptar y recomponer. Dudo que suceda, sin embargo; pensar con el deseo nada cuesta.
Entre tanto, en el marco de una política que necesita renovarse, emergen interesantes apuestas de liderazgos menores de 50 años. Con experiencia en lo público, disciplina y conciencia del hartazgo social por la degradación del oficio; tienen en sus manos la responsabilidad de ejercer un contrapeso, basado en resultados. A diferencia de lo que hoy sucede, la gente quiere menos retórica y más acciones.
Si bien, nadie llegará el primero de enero con la varita mágica capaz de solucionar de tajo las cientos de problemáticas que nos aquejan, es evidente que despierta un optimismo por estos días refundido. Asunto, en lo mínimo menor, que impacta hasta en el comportamiento de la economía. Los colombianos que trabajan, que generan empleo, que pagan impuestos y que educan en valores, se manifestaron en las urnas.
Este 29 de octubre ganó el ánimo conciliador y perdió el populismo. También ganaron las apuestas por construir sobre lo construido. Se impusieron las voces firmes y propositivas. Arrasaron las ideas con talante democrático y, ganó, sin duda, Juan Daniel Oviedo; una figura prometedora a la que hay que seguir con lupa.