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En el ámbito laboral el liderazgo juega un papel importante en la productividad y motivación de los colaboradores y por ende en su bienestar. Sin embargo, cuando un jefe se convierte una la fuente de ansiedad, estrés y desmotivación y cuando su único estilo de liderazgo es coercitivo, no solo afecta el ambiente laboral, sino que también impacta en la cultura de la organización, incrementando la rotación, los accidentes de trabajo y bajando la productividad, y afectando los resultados empresariales.
Cómo la ciencia ha definido a un jefe tóxico. De acuerdo a Daniel Coleman, un jefe tóxico, es una persona que solo ha aprendido a utilizar el estilo de liderazgo coercitivo, no teniendo la capacidad de aprender y desarrollar otros estilos de liderazgo como lo es el participativo, democrático, visionario, coach entre otros. Así mismo, sus comportamiento y actitudes son negativas, en el sentido que sus comentarios son destructivos, sin tacto, ni un propósito de crecimiento o aprendizaje. Sus comportamientos se originan en la emoción del miedo, por lo que la microgestión extrema, control innecesario, falta de empatía, comunicación ineficiente, y la propensión a culpar a otros, son rasgos repetitivos y acumulativos.
La microgestión se observa en la falta de delegación de tareas, y la necesidad de controlar cada detalle. Por ejemplo, esta semana recibí una queja de uno de los empleados de una empresa en la que contaba que el jefe tenía como práctica llegar a su escritorio, quitarlo de la silla, y sentarse a hacer su trabajo, justificado dicha conducta con la frase “quite ahí que usted no sabe hacer nada”. A esto se le suma la falta de reconocimiento, minimizando o ignorando los logros de los colaboradores, muchas veces hasta atribuyéndose a sí mismo, o personas que le caen bien, o únicamente enfocándose en los errores, lo que crea un ambiente de desmotivación.
La comunicación deficiente, se observa en la falta de calidad, la evasión a las conversaciones difíciles, uso de tono agresivo o pasivo agresivo y palabras hirientes. Recuerdo una escena de la película El Diablo se viste a la moda, en la que Miranda le dice a Andrea que se arrepiente de haber contratado a “la inteligente y gorda, estoy decepcionada”.
Por otra parte, los jefes tóxicos sufren un grave problema, que tal vez sea el origen de la toxicidad, la inestabilidad emocional. Esta inestabilidad se observa en los cambios abruptos de humor, favoritismo y comportamientos impredecibles generando inseguridad entre los empleados. Aparte del miedo, se observa la aparición de la culpa, en lugar de ofrecer apoyo o soluciones, un jefe tóxico tiende a buscar culpables, castigando los errores en lugar de verlos como oportunidades de aprendizaje.
Pero ustedes se preguntarán, por qué el título de este artículo se encuentra entre signos de interrogación. Porque algo que se ha observado en la práctica, es que los jefes tóxicos existen y siguen en vigencia debido a que las empresas lo permiten. Así haya conocimiento por parte de la empresa de estos comportamientos y lo que está generando en los empleados, la excusa es “es una persona que produce dinero” o “es amigo de un directivo”, por lo que sacarlo de la empresa es difícil, así su comportamiento a largo plazo esté costando más de lo que produce.
Los cambios de cultura vienen desde la voluntad y la puesta en marcha de todas las áreas y niveles jerárquicos. Que la empresa sea un lugar sano para trabajar, donde gracias a la cultura de bienestar y felicidad haya productividad y mejores resultados depende de las decisiones que se toman cada día.