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Recuerdos, nostalgia y alegrías despertadas con la música de Navidad. Los villancicos son canciones, que se remontan a años e incluso siglos atrás y que por su reconocimiento y aprecio, al día de hoy, siguen siendo un motor económico en el mundo. Su melodía y espíritu son tan universales que trascienden al mundo cristiano y resultan esenciales para la industria musical, el comercio y la cultura de la celebración de la Navidad.
Desde “Noche de Paz”, que ha sido traducido a más de 10 idiomas, hasta “Feliz Navidad” de José Feliciano o el Tamborilero de Raphael, los villancicos son verdaderos fenómenos comerciales. Solo en Spotify, los temas navideños se reproducen miles de millones de veces cada diciembre y enero, generándoles ingentes recursos a artistas, compositores, disqueras y plataformas digitales.
Las ventas de discos navideños, conciertos temáticos, espectáculos corales y derechos de autor en anuncios publicitarios son negocios que producen miles de empleos y millones de dólares en impuestos. Según datos recientes, las estaciones de radio en Estados Unidos que adoptan un formato exclusivo de música navideña ven incrementos de audiencia de hasta un 50%. Sí, Mariah Carey es prácticamente un departamento de marketing por sí sola.
Los villancicos han sabido evolucionar: de las piezas medievales en latín hemos pasado a versiones en pop, jazz, salsa, porro e incluso vallenato. Eso sí, esperemos que nadie intente un reguetón navideño... aunque, conociendo al mercado, no tardará en aparecer. Esta capacidad de adaptación responde a un público que exige y consume novedades, abriendo mercados insospechados.
En Japón y Kazajistán por ejemplo, es común escuchar “Jingle Bells”, “Santa Claus Is Coming to Town”, “Silent Night” y “White Christmas” hasta en cadenas de comida rápida. Mientras tanto, en España e Hispanoamérica, incluidos los estados fronterizos de Estados Unidos, los ritmos tropicales siguen marcando el compás con clásicos como “El Burrito Sabanero”, “Los Peces en el Río”, “Tutaina”, “Hacia Belén Va una Burra” y el infaltable “Antón”. Cada vez que suena “Campana sobre Campana”, recuerde que detrás de cada nota hay también una vibración económica.
Los villancicos también han sido embajadores culturales, pues las costumbres católicas de celebrar las Posadas o Novenas Navideñas, que van del 16 al 24 de diciembre, están conquistando nuevos horizontes. En México, Ecuador y Colombia se honra esta costumbre haciendo estas reuniones familiares y vecinales que siempre incluyen coros, guitarras, piano, flautas, panderetas y cualquier tipo de instrumentos improvisados. Pero también son momentos cargados de fe y esperanza, una fórmula que difícilmente pasa de moda.
Más allá de las cifras, los villancicos son un recordatorio del poder de la música como vector de unión, de nobles sentimientos y de acciones generosas; es un catalizador de emociones colectivas. En un mundo cada vez más fragmentado, es reconfortante saber que, al menos durante unas semanas al año, todos podemos unirnos para cantar al son de una misma melodía. Y en ese coro global, la economía también encuentra su propio ritmo.