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El mundo entero lleno de admiración, patriotismos y solidaridad. Todas las buenas energías y sentimientos se congregan alrededor del evento deportivo más importante, los juegos olímpicos. Los protagonistas son los mejores del mundo, de cada país, género y raza.
Participar en ese magno evento requiere un talento y un esfuerzo inconmensurable por parte del deportista, un compromiso enorme de su familia, el apoyo de su entorno más cercano y un sistema de entrenamiento bien desarrollado. El triunfo se construye con infraestructura, entrenadores, un programa específico de estudios con becas y, por supuesto, una nutrición adecuada
El deporte enseña a ser un ciudadano valioso y útil, pues desde niño se aprende que hay reglas que deben seguirse, que el respeto al contrincante es un valor fundamental, que en el terreno de juego todos somos iguales, pero solo gana el mejor. Se aprende que a veces se gana y a veces se pierde, que el trabajo en equipo fomenta relaciones de interdependencia, que hay que perseguir los sueños con acciones y que el éxito se logra con disciplina y esfuerzo.
Es evidente que los Estados que comprenden el poder transformador de una educación de calidad, que incluye el arte y el deporte, centran sus esfuerzos en la promoción de estos en los mejores escenarios y con los mejores recursos. Los países que entienden el valor de la educación son aquellos que más medallas y premios acumulan.
Los modelos son distintos, por ejemplo, los Estados Unidos tiene un sistema de entrenamiento y formación que ofrece una infraestructura deportiva que invita a los niños y jóvenes a ser parte de ese sistema que está conectado con una red de escuelas, universidades y empresas patrocinadoras de la educación y el deporte donde los deportistas tienen acceso a becas de estudio, tecnología de vanguardia, entrenadores experimentados y apoyo médico y psicológico. Todo lo anterior potencializado por un sentido de pertenencia que se alimenta en la competencia en ligas universitarias donde el deporte y los deportistas son ejemplo y admiración.
China, otra potencia olímpica, cuenta con un programa gubernamental rigurosamente planificado y obligatorio. Los niños con talento son identificados y entrenados en escuelas deportivas especializadas, logrando desde temprana edad formar deportistas de alto rendimiento en disciplinas como natación, gimnasia, levantamiento de pesas y el tradicional ping-pong. Los entrenadores, en su mayoría, son ex-campeones, y la estrategia se enfoca en la perfección técnica y la resistencia mental.
Rusia, desde la época de la Unión Soviética, sustenta su formación en la disciplina, la resistencia física y la preparación psicológica. Han desarrollado investigaciones asociadas al deporte y, con base en los resultados, han creado métodos de entrenamiento para optimizar el rendimiento. Además del manejo emocional, promueven una fuerte filiación patriótica.
Japón se destaca por la belleza y perfección de sus actuaciones. El entrenamiento japonés se basa en una combinación de innovación tecnológica y rigor en los detalles. Los deportistas entrenan en ambientes que simulan las circunstancias de las competencias deportivas, y se valen de análisis de datos que permiten a los entrenadores ajustar estrategias y corregir errores en tiempo real. Asimismo, dedican parte del entrenamiento a la preparación mental y la concentración.
En esta esquina del mundo, los países que logran medallas son Brasil, Chile, Argentina y Colombia. Sin embargo, tras escuchar las declaraciones de los deportistas colombianos, es evidente que los recursos para el deporte se pierden en la burocracia, no llegan a las regiones o se gastan en lo que no se debe.
El milagro acá lo hacen los empresarios a través de sus patrocinios, programas de educación y escuelas de deportes, los entrenadores con la mística y el compromiso, las familias con el sacrificio y las lágrimas, y obviamente los deportistas con el talento y la disciplina; y todos con la fuerza que mueve a todo este sistema que es el amor y la admiración que une a la gente de bien.