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Pensar que las autoridades de policía y los jueces son capaces de contener la delincuencia menor o las grandes organizaciones de hampones , es tan inverosímil como pensar que entre más leyes tengamos la justicia va a ser más eficiente. Al final del día todos somos víctimas de este sistema, mal concebido, mal administrado y maldecido por inocentes y culpables.
Recientemente en una discusión entre congresistas, uno de ellos argumentaba que según el indicador de eficiencia y éxito que se materializaba en el número de propuestas de ley presentadas, él era mejor parlamentario que su contrincante, ¡qué error!. En el pasado en Colombia habíamos sufrido ya metas mal definidas sobre número de capturas, de bajas y hasta de comparendos vehiculares, incentivando graves consecuencias como los falsos positivos, las condenas injustas, etc.
Por qué no volver a lo básico y entender la responsabilidad directa e intransferible con la vida e integridad de las personas, no ser tolerantes con quienes hacen daño, sacan ventaja, no tiene respeto con las demás personas y permiten las injusticias.
En nuestra sociedad es recriminado quien señala al abusivo, evidencia al mentiroso y frena al ventajosos, pero lamentablemente en nuestra cultura la persona que valientemente alerta o hace el señalamiento se le castiga, censura y aparta. A ese espíritu trasparente que previene las injusticias se le llama "sapo" y es referente de traición y cobardía.
En la tergiversación de valores todos hemos sido señalados como sapos por haber alertado o puesto en conocimiento alguna situación que va en contra de nuestras creencias, ética o cultura, esperando algún control o acción preventiva ante una injusticia.
Francis Fukuyama en su teoría de Capital Social hacía la comparación entre culturas; la japonesa y la china o la alemana y la italiana donde un padre de familia robaba un artículo y llegaba a la casa del hijo solicitando ayuda. El chino y el italiano encubrían al papá, mientras el japonés y el alemán buscaban la ayuda de la policía y proponían acciones para corregir y enmendar el daño.
Las preguntas que deben provocar esta reflexión son: ¿Será que más leyes nos aseguran más justicia? ¿Será que más policías nos dan más seguridad?
Retomemos el camino de lo justo, de la verdad, de lo ético y de la solidaridad de nuestros congéneres con carácter decidido para no aceptar las injusticias... ¡que vivan los sapos que no se necesitan más leyes ni autoridades para fomentar el deber ser, el deber hacer y la justicia!.