Analistas 16/03/2025

Sano de milagro

Ramiro Santa
Presidente Sklc Group

Está de moda aprender a comer bien y rico, disfrutar del buen vivir, tener tiempo para lo importante, trabajar a gusto y desarrollar la espiritualidad, en un mundo que empieza a entender el valor de la gratitud. Asimismo, se promueve el compromiso de no causar sufrimiento a nadie y, mucho menos, a uno mismo.

Afirmado lo anterior, hay otra verdad comprobada: la salud para todos es posible, económica y efectiva, pero la atención médica universal es imposible, costosa e ineficiente.

Todos nos hemos beneficiado con los jóvenes y los atletas que nos enseñan sobre tecnologías al alcance de nuestras manos, plataformas y dispositivos para vigilar la salud. Son las empresas, sin duda, los protagonistas de la industria de la salud, junto con los gobiernos que creen en el progreso y la investigación. Estas alianzas son claves para diseñar estrategias de salud pública y abordar los principales retos de cada sociedad, según sus particularidades.

Las herramientas tecnológicas de salud son el resultado de años de investigación sobre la relación entre distintos parámetros asociados a la vida saludable. Por ejemplo, las múltiples correlaciones entre la presión arterial, la calidad del sueño, la alimentación, los niveles de azúcar, el estrés, etc., y su impacto en enfermedades como la diabetes, los trastornos cardiovasculares, la depresión y padecimientos catastróficos como el cáncer.

Estas investigaciones consumen millones de dólares y reúnen conocimientos aportados por ONGs, universidades, farmacéuticas, aseguradoras y gobiernos, con resultados concretos como los índices de salud.

Dichos índices se basan en componentes claves como: nutrición, salud física, bienestar mental, sueño, atención plena, autocontrol y actividad. La puntuación final proviene de diversas fuentes, incluidos los datos recolectados de los usuarios a través de teléfonos inteligentes y relojes especializados en monitoreo de salud, lo que permite obtener una visión integral del estado general de cada persona.

El diseño de estos sistemas es proactivo y educativo, pues busca motivar a los usuarios a adoptar hábitos de vida más saludables: mejorar la alimentación, caminar más, hacer ejercicio al menos tres veces por semana, tomar sol y dormir ocho horas.

Se habla con suspicacia del negocio de la salud, pero sin tapujos hay que decirlo: una población sana es un buen negocio para la sociedad, los países, las empresas y las personas. Por eso, en las naciones desarrolladas, donde realmente les preocupa el bienestar de la gente, existen grandes inversiones en prevención y predicción de enfermedades mediante educación, recreación, exámenes periódicos y asistencia médica ágil y altamente profesional.

Las aseguradoras con presencia global, las empresas prestadoras de salud, y los servicios complementarios han demostrado ser un éxito mundial. Y, para las empresas privadas y públicas, la salud de sus empleados se traduce en mejor clima laboral, más productividad y eficiencia. En este contexto, la innovación ha llevado incluso a la creación de sistemas de bonificación para premiar los comportamientos saludables.

El envejecimiento de la población y el aumento de la obesidad, impulsada por la comida ultraprocesada, están disparando la demanda de atención médica. En Alemania, el 70% de los costos en salud provienen de enfermedades crónicas prevenibles como la hipertensión, la diabetes tipo 2 y el colesterol alto, padecimientos que suelen estar ligados a estilos de vida poco saludables.

En Japón, la prevención es un pilar fundamental. Su población vive más años y con mejor calidad de vida, gracias a un enfoque educativo que no solo instruye matemáticas y geografía, sino que educa en el valor de la salud, el respeto por el prójimo, el cumplimiento de las normas y la importancia de llevar un estilo de vida sano.

En países cercanos a este prefirieron la retórica llena de palabras antes que las acciones concretas. Se desmantelaron las alianzas público-privadas que han fortalecido el sistema de salud, se restringió la participación de quienes lo han hecho sostenible y se les prometió un paraíso sanitario que, en la práctica, se convirtió en una fila interminable con un carné en la mano.

Algunos creen en esas promesas, olvidando que, cuando la salud era exclusivamente estatal, la única certeza era la de morir esperando turno.