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La pandemia ha traído algunos beneficios. Uno de ellos es la implantación en unos casos, y el fortalecimiento en otros, de la cultura del cuidado. El concepto actual de cuidado abarca las dos acepciones de la palabra. Por un lado, la acción de cuidar a alguien, como por ejemplo el cuidado de un enfermo, y por otro, al modo de actuar de la persona que pone interés y atención en lo que hace para que salga lo mejor posible.
Al ser palpable la vulnerabilidad de todos, ricos y pobres, jóvenes y ancianos, hombres y mujeres, aparece en toda su dimensión la necesidad de cuidarse, de tener alguien que cuide al necesitado y de cuidar a otros. El cuidado se convierte en un artículo de primera necesidad. La pandemia ha mostrado ejemplos heroicos de personas que cuidan a otros por altruismo, por sentido de solidaridad o por vocación religiosa, por amor, en definitiva. Cuidar a otros ha sido durante siglos una acción de beneficencia, una obra de misericordia. La evolución de esta realidad conduce a adquirir además una serie de competencias que garantizan de alguna manera su calidad. Es una de las profesiones actuales que marcan tendencia. El cuidado así entendido sería el conjunto de actitudes y comportamientos que se realiza en favor de otro. Cuando estas acciones están presentes de modo habitual el cuidado se convierte en un estilo de vida en el que predomina la atención preferente a los más necesitados.
Sinónimos de cuidar son preservar, guardar, asistir, atender, encargarse… Todos estos verbos se aplican en primer lugar a uno mismo y enseguida a los más cercanos, a las personas de la propia familia. Este año pasado ha puesto de presente que el ambiente familiar es el mejor espacio para cuidar y cuidarse.
Cuidar de uno mismo, conviene resaltarlo, es la mejor manera de cuidar a los demás. Lastimosamente no todo el mundo es consciente de la necesidad del cuidado, ni sabe cuidarse, ni es responsable del cuidado de los demás. Las normas y las certificaciones en seguridad de las empresas, con la insistencia en el autocuidado, dará un fuerte impulso poco a poco a la conciencia de cuidarse y de cuidar. En términos institucionales el cuidado es el conjunto de acciones y procesos de trabajo destinados a garantizar el bienestar físico y emocional de las personas con algún tipo de dependencia. Se aplica por tanto a la familia, a las organizaciones e incluso a las naciones.
Como consecuencia de estas y otras consideraciones se abre paso el concepto de cultura del cuidado como realidad que supera una certificación y unas normas, que va más allá de acciones extraordinarias de amor al prójimo o de manifestaciones de educación familiar. Llegó para quedarse el concepto de cultura del cuidado como una realidad que abarca todas las manifestaciones anteriores, y que tiene como primera premisa el autocuidado, lo cual implica ayudarse a sí mismo a evitar sufrir perjuicios e incrementar el propio bienestar, sin caer, sin embargo, en el egocentrismo. El cuidado significa pensar en las necesidades de los demás al igual que de las nuestras, y ejercitar acciones que ayuden a todos, eliminando aquello que pueda perjudicar a los demás.
Enemigos del cuidado son la indiferencia, el egocentrismo, el rechazo, el abandono, la desidia, cualquier forma de discriminación y exclusión, etc. El cuidado está alineado con la solidaridad y la fraternidad. Cuidemos el cuidado.