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Analistas 03/11/2023

El mercado accionario en Colombia: Apocalipsis Now

Ricardo Arango
Analista

En los últimos días se ha especulado mucho sobre el riesgo de que el mercado bursátil colombiano sea calificado como Mercado Frontera. Esto significa que, por su pequeño tamaño, a los fondos de inversión y en general a los inversionistas institucionales extranjeros, se les prohibiría invertir en este mercado. Sería una grave estocada a la ya moribunda actividad accionaria en Colombia.

Esta medida debería preocupar mucho más a las autoridades económicas colombianas, dado que una decisión de este tipo haría metástasis automáticamente en el mercado de renta fija y sobre todo en la inversión en los títulos de tesorería, denominados TES, con los cuales se financia el gobierno nacional.

Pero esta alarmante situación no se generó de un día para otro. En esta columna pretendo identificar lo que para mí han sido las principales causas de la situación actual.

Las empresas emisoras de acciones inscritas en bolsa, tienen una responsabilidad histórica en la pérdida de apetito por parte de los pequeños inversionistas. El valor de la acción en bolsa parece no haber sido su prioridad. La política mezquina de reparto de dividendos ha venido restando valor a las acciones, pues a menor dividendo menor precio de la acción, y es muy común observar una política de excesiva retención de utilidades en detrimento de los dividendos.

En países donde el mercado de capitales es muy importante, como en Estados Unidos, a los altos ejecutivos se les premia o castiga de acuerdo con el comportamiento del valor de la acción, mientras que en Colombia las bonificaciones responden en gran parte a las utilidades de la empresa.

Desde el lado de los entes regulatorios también hay una gran responsabilidad en esta crisis. La Superintendencia de Valores que se dedicaba exclusivamente al control y desarrollo del mercado de valores colombiano, desapareció y sus funciones fueron asignadas a la Superintendencia Financiera. Allí se perdió por completo la promoción y desarrollo del negocio, concentrándose únicamente en un control cada vez más asfixiante. No suficiente con eso, se creó el Autorregulador del Mercado de Valores AMV, que ayuda aún más a entorpecer la actividad transaccional bursátil, pisándose las mangueras con la misma Superintendencia Financiera. Un error histórico que se tradujo en mucho control y cero promoción.

Los costos transaccionales, tanto de la Bolsa de Valores como de los demás intervinientes en el negocio de acciones del mercado retail, son absurdamente altos y desalientan a las personas naturales a comprar acciones.

Y no se escapan de su responsabilidad en este oscuro panorama, la Bolsa de Valores de Colombia y las firmas comisionistas. A pesar de la gran capacidad gerencial de su presidente Juan Pablo Córdoba, los principales accionistas de la BVC son los bancos y por definición tienen en la actividad bursátil competencia para el negocio bancario. Es así como las emisiones de acciones y de bonos, así como las titularizaciones, compiten con su negocio. Y las firmas comisionistas, la mayoría de ellas propiedad de los bancos, no hacen ningún esfuerzo ni inversión para promover el negocio de acciones entre los pequeños inversionistas, dado que los otros productos como los fondos de inversión colectiva, la renta fija, la negociación de divisas, los derivados y la posición propia, les está permitiendo obtener unas importantes utilidades.

Y finalmente, para completar la tormenta perfecta, los altos impuestos a la renta y a los dividendos derivados de la reforma tributaria y la anunciada reforma pensional, son el complemento para agravar aún más la ya deteriorada actividad accionaria en el país.

Definitivamente, no nos espera buen viento y buena mar para un pilar tan importante para la economía de un país, como lo es el mercado accionario.

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