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La responsabilidad intergeneracional es un compromiso ético que nos llama a garantizar que nuestras acciones no comprometan el bienestar, los recursos ni las oportunidades de quienes aún no han nacido. Este principio, estrechamente ligado a la sostenibilidad, también se conecta con la justicia social y el propósito empresarial, especialmente en un momento en que las empresas juegan un papel clave en la transformación del mundo.
Diversas culturas han honrado este compromiso. En las comunidades indígenas de América Latina, por ejemplo, el buen vivir refleja un profundo respeto por el equilibrio entre naturaleza, comunidad y progreso. En Japón, la reconstrucción periódica del templo Ise Jingu, cada 20 años, simboliza la continuidad entre pasado, presente y futuro, asegurando que cada generación herede no solo el conocimiento, sino también la responsabilidad de preservarlo.
Noruega destaca con su Fondo de Pensiones Global, que invierte estratégicamente los ingresos del petróleo en activos sostenibles para garantizar que los beneficios económicos perduren más allá del presente.
Las empresas desempeñan un papel central en este escenario. Patagonia demuestra cómo la economía circular puede alinearse con la rentabilidad al fomentar la reparación y reutilización de productos, mientras destina una parte significativa de sus ganancias a la regeneración ambiental.
Microsoft invierte en formación tecnológica para jóvenes, preparándolos para un mercado laboral en constante evolución. Unilever, con su compromiso de reducir a cero la huella ambiental en su cadena de suministro para 2039, muestra cómo una estrategia ambiciosa puede combinar sostenibilidad y crecimiento.
Los directivos deben ser agentes de cambio desde sus posiciones de liderazgo. Integrar la responsabilidad intergeneracional en la cultura organizacional es un paso crucial. Esto implica alinear la misión empresarial con principios que trasciendan el corto plazo, inspirando a los equipos a reflexionar sobre el impacto duradero de sus decisiones.
Asimismo, capacitar a los colaboradores en sostenibilidad, justicia social y ética los hace más conscientes y efectivos en sus roles. Además, las alianzas estratégicas con comunidades y organizaciones no gubernamentales pueden potenciar proyectos que beneficien a las generaciones actuales y futuras.
La responsabilidad intergeneracional no es solo un acto ético; es una inversión en un futuro equitativo, sostenible y ambicioso. Como líderes empresariales y ciudadanos del mundo, nuestra obligación no es solo generar rentabilidad, sino trascendencia.
Esto implica garantizar que nuestras acciones no comprometan el bienestar ni las oportunidades de quienes aún no han ingresado a la empresa, de aquellos en proceso de sucesión o en formación. Sin embargo, muchas veces encontramos ejecutivos que solo buscan protagonismo en cada foro, sin aportar a la construcción del futuro de la organización ni a la formación de sus relevos. Son directivos que yo llamo “magos”: nunca están, pero cuando aparecen, solo dejan humo.
¿Permitimos en nuestra organización que existan “magos” construyendo su marca personal a costa del futuro de la empresa, o somos una organización que protege el sentido trascendente de su labor y de las generaciones venideras? ¿Somos magos o constructores del futuro?