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El desarrollo sostenible y equitativo en los países subdesarrollados no puede lograrse sin una transformación profunda de sus estructuras. Colombia, según el Reporte Global de Competitividad del Foro Económico Mundial (2018, última medición), se ubica por debajo de la posición 70 en educación, justicia, infraestructura e iniciativa privada y hemos estado por debajo de esa posición, sin mejoras, desde 2005, cuando el FEM empezó a medir estos cuatro pilares. Es urgente que Colombia tenga unas Metas Grandes y Ambiciosas para mejorar en los cuatro pilares como motores del progreso. Es lo que hicieron Singapur, Corea del Sur, Taiwán y China.
La educación es la piedra angular del desarrollo. Un sistema educativo robusto forma ciudadanos críticos, productivos e innovadores. Los países que han salido del subdesarrollo lo han logrado apostando de manera decidida por la educación. Corea del Sur y Singapur son los mejores ejemplos: en la década de 1960, con un PIB per cápita similar al de muchos países latinoamericanos, diseñaron una política educativa agresiva que priorizó la formación técnica, científica y tecnológica. Hoy lideran los rankings educativos y son potencias tecnológicas.
Colombia debería mejorar la calidad de sus docentes, ampliar el acceso a la educación media y técnica, y vincular los currículums educativos con las necesidades del mercado laboral.
Un sistema judicial eficaz es esencial para garantizar la seguridad jurídica, el respeto por los derechos y la lucha contra la corrupción.
Colombia debe mejorar la estructura del sistema judicial trabajando en cuatro frentes: 1. Digitalizando los procesos judiciales, 2. Selección de jueces independientes, sin compromisos políticos, 3. Reducción de tiempos procesales, y 4. Formación ética de jueces y fiscales. Esta reforma es indispensable para garantizar la aplicación efectiva de las leyes y la confianza en el Estado.
Una justicia eficiente tiene necesariamente que estar respaldada por unas fuerzas armadas profesionales, garantes de las leyes, de la paz y generadoras de confianza en la población.
Carreteras, ferrocarriles, vías marítimas, puertos, redes eléctricas y digitales son imprescindibles para la integración de un país, reducir los costos logísticos y dar mejor acceso a los servicios públicos.
Colombia necesita con urgencia invertir en infraestructura, en la conexión de zonas rurales con centros urbanos, la construcción de nuevos puertos y corredores logísticos, y en dar acceso a internet de alta velocidad a todo el país. Un país donde una tonelada de café tarda un par de semanas en llegar a los puertos es un país indiferente al desarrollo.
La promoción de la iniciativa privada, especialmente de las pequeñas y medianas empresas (Pyme), es clave para generar empleo, fomentar la innovación y diversificar la economía. Irlanda logró atraer inversión extranjera directa gracias a un entorno empresarial atractivo y capital humano calificado, transformándose en un centro tecnológico en Europa.
Implementar estas reformas no es tarea de un gobierno ni de un solo partido. Se requiere una visión de país compartida y sostenida por al menos 20 años. Tal como lo demuestran casos como Finlandia o Singapur, el éxito de las reformas estructurales depende de un acuerdo nacional que trascienda los ciclos electorales.
En Colombia, la polarización política ha sido un obstáculo constante para la continuidad de las políticas públicas. Por eso, es indispensable construir un pacto entre los principales partidos políticos, sectores empresariales, académicos y organizaciones sociales, orientado a priorizar estos cuatro proyectos como ejes del desarrollo nacional.
Colombia debería proponerse ascender al puesto No. 40 en el Índice Global de Competitividad para 2040, y al No. 20 para 2055, en los cuatro pilares mencionados.
Con mejor educación se forman ciudadanos más productivos y conscientes de sus deberes y derechos, lo cual fortalece la democracia y el respeto a la justicia. Una justicia eficiente promueve la inversión privada. La infraestructura conecta al país, facilita el acceso a la educación, reduce desigualdades y estimula el emprendimiento. La iniciativa privada, a su vez, genera recursos para reinvertir en lo público.
El desarrollo con equidad no debería ser una utopía, sino una posibilidad real si la acción del Estado se concentra en proyectos transformadores, con visión de largo plazo y el respaldo de la sociedad. Colombia debe salir del enfoque cortoplacista y electoralista, y adoptar una estrategia nacional centrada en educación, justicia, infraestructura e iniciativa privada.
Nota: Con un grupo de amigos empresarios y académicos hemos estado promoviendo debates alrededor de los pilares mencionados con líderes de los partidos Centro Democrático, Liberal, Conservador, Cambio Radical, Partido Verde y Verde Oxígeno. Aún nos falta mucho camino por andar.