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Las juntas directivas desempeñan un papel fundamental en la definición no sólo de la estrategia de sus empresas, sino también en la definición del entorno socioeconómico en que deberían operar. En América Latina el ascenso de la izquierda radical plantea un desafío a la estabilidad y el crecimiento del sector privado. Promueve narrativas para desacreditarlo, presentando a las empresas como enemigas de la igualdad y la justicia social y promoviendo políticas que impiden su desarrollo. Esta retórica niega las contribuciones del sector privado al desarrollo económico y al bienestar social y si las juntas no reaccionan ya y de la manera contundente, cualquier estrategia empresarial tendrá pocas posibilidades de éxito.
Estos movimientos han ganado terreno en varias naciones latinoamericanas movilizando a sectores importantes de la población, en particular a los jóvenes y los trabajadores, contra las empresas privadas. El daño al sector privado se agudiza con políticas como los impuestos elevados, la nacionalización de industrias, leyes laborales que dificultan la creación de empleo y las limitaciones que imponen al desarrollo de la iniciativa privada. Desalientan la inversión, la innovación y el crecimiento económico.
Los sindicatos de profesores en muchos países latinoamericanos llevan años promoviendo la cultura del odio entre sus alumnos y han logrado que vean al sector privado como un enemigo y no como un aliado. Esos jóvenes, cargados de resentimiento, serán los empleados, los proveedores, los clientes o eventualmente los jueces a cargo de dirimir los conflictos o quienes dicten las políticas públicas.
La fuerza laboral además de ser un grupo de colaboradores, son un grupo importante de votantes, quienes con su voto pueden influir en las políticas públicas. Si estos votantes no están bien informados sobre los beneficios de la iniciativa privada y la libre empresa, podrían apoyar políticas que destruyen el sistema económico que les proporciona empleos, bienestar y oportunidades de ascenso social.
Las juntas directivas se enfrentan al reto de responder a estas amenazas para preservar la integridad de las empresas y contribuir al bienestar de la sociedad. Sin embargo, muchas juntas siguen siendo insulares en su enfoque, concentrándose únicamente en la estrategia interna en lugar de abordar los desafíos políticos externos. Esta perspectiva limitada facilita el ascenso de las ideologías de izquierda, poniendo en peligro la sostenibilidad del sector privado.
El buen gobierno, la separación de poderes, la transparencia, la exigencia de perfiles exigentes para los altos cargos no son principios que se acomodan a la filosofía de la extrema izquierda. Por tanto, empresa que empiezan a controlar cae en picada.
Las juntas directivas deberían liderar iniciativas para educar a los jóvenes y a los trabajadores sobre el papel fundamental del sector privado en el desarrollo nacional: 1. Demostrando cómo las empresas privadas crean empleos, fomentan la innovación y contribuyen a los bienes públicos a través de los impuestos y la filantropía, 2. Asegurando que los trabajadores y los jóvenes comprendan las implicaciones económicas de las políticas propugnadas por ideologías radicales, como la nacionalización y el control estatal excesivo, 3. Colaborando con escuelas, universidades y centros de formación profesional para integrar programas de estudio que enfaticen el valor del emprendimiento y de la iniciativa privada, 4. Utilizando plataformas de medios tradicionales y digitales para contrarrestar la desinformación y presentar perspectivas equilibradas sobre los roles del sector privado en la sociedad, y 5. Generando confianza mediante el fomento de diálogos abiertos con empleados, comunidades y formuladores de políticas sobre los beneficios de la empresa privada.
La historia de América Latina ofrece ejemplos de las consecuencias de descuidar los movimientos políticos radicales. En Venezuela, la incapacidad del sector privado para comunicar los peligros del ascenso de Hugo Chávez y sus políticas socialistas condujo a una nacionalización generalizada y un colapso económico. Por el contrario, en países como Chile, donde el sector privado ha participado activamente en el discurso público y la promoción de políticas, la estabilidad económica y el crecimiento han sido más resilientes a pesar de los recientes cambios políticos.
Chile es un buen ejemplo de la conveniencia de la intervención temprana para evitar los daños de las ideologías radicales. La proactividad, en lugar de la reactividad, es clave para preservar el papel de la empresa privada en el desarrollo nacional.
Las ideologías de izquierda radical en América Latina plantean un desafío descomunal para el sector privado, pero también ofrecen una oportunidad para que las juntas directivas redefinan su papel como líderes en el desarrollo social. Al adoptar estrategias proactivas que prioricen la educación, la comunicación transparente y la promoción de políticas que favorezcan la igualdad y la justicia social, las juntas pueden contrarrestar los impactos negativos de estas ideologías y asegurar el crecimiento y la estabilidad del sector privado.
La supervivencia de la empresa privada en la región depende de su capacidad para adaptarse y responder a los desafíos externos. Las juntas deben reconocer que sus responsabilidades se extienden más allá de sus empresas y participar en la definición del entorno en que operan.
Nota: Los empresarios en lugar de donar plata para las campañas políticas deberían invertir en la alfabetización política de sus trabajadores, para que estos estén mejor enterados de la realidad y de las competencias y calidades de los diferentes candidatos.